Los valores que transmite el deporte son incuestionables y tremendamente beneficiosos para la formación de la persona y para adquirir hábitos saludables. A estas ventajas conocidas por todos hay que sumar el ejemplo que está transmitiendo en este tiempo de pandemia. Primero, los profesionales y en breve, los aficionados. 

Se mantuvieron confinados el tiempo que exigió el Gobierno y cuando la sociedad era un mar de dudas e incertidumbre apostaron por reanudar la competición. Empezaron a disputarse partidos de fútbol y una semana después se jugó al fase Final Extraordinaria de la Liga Endesa.

Con estrictas medidas de seguridad sanitaria se compitió en Valencia -ciudad de magníficos recuerdos para los seguidores del San Pablo- y el balón sigue rodando sobre el césped de los estadios. Ahí está el Mirandés, a un paso de clasificarse para luchar por el ascenso a Primera, y dentro de nada le tocará el turno a la Arandina.

Los deportistas de fútbol y baloncesto han dado una gran lección de responsabilidad y de compromiso social. Han apostado por el regreso a la normalidad como la senda necesaria para recuperar hábitos cotidianos y levantar la economía. 

A finales de mes será el ciclismo el que reconquiste las carreteras y las imágenes de televisión muestren la lucha del pelotón. La Vuelta a Burgos cortará la cinta de la nueva normalidad.

Todos saben de los riesgos existentes y de la necesidad de extremar las precauciones. El deporte está dando ejemplo de que se puede apostar con reconquistar la vida anterior, sin propagar contagios ni fomentar brotes. Solo se necesita responsabilidad y saber que la sociedad es un equipo.