He llegado a la conclusión de que la verdad es insoportable. Demasiada luz. Necesitamos que nos mientan para poder sobrevivir. 

Ejemplos abundan a todos los niveles.

A nivel político: todos sabemos que indexar las pensiones al IPC arruinará al país, y que necesitamos centrales nucleares, pero ningún partido va a hacer campaña diciendo que va a bajar las pensiones y que te va a poner una central nuclear en tu provincia. Nos mienten, y lo sabemos.

A nivel social, ejemplo reciente: se premia públicamente a un personaje local. Los que están en su entorno profesional conocen sus trapos sucios, saben que no sólo no es un referente moral sino todo lo contrario, pero callan y otorgan. 

A nivel personal: todos sabemos que mamá tiene una demencia avanzada, que no nos reconoce ni a sus hijos, pero exigimos que la lleven al hospital, que la estabilicen, que la operen, que hagan lo que haga falta para sacarla adelante.  Sabemos que lo correcto es no hacer nada, pero no somos capaces de asumir la decisión. 

Los periodistas. Son los que tendrían que desenmascarar la verdad. Ellos sí que la saben, porque mucha gente nos confesamos con ellos: les contamos la verdad, off the record, eso sí, para descargar nuestra conciencia… y para cargar la suya, porque tampoco ellos dicen toda la verdad. 

Me gustaría ser capaz de votar a un partido que diga que va a bajar las pensiones, aunque a mí me toca cobrarla dentro de poco; o que va a poner una central nuclear junto a mi casa, me gustaría ser capaz de desenmascarar a D. Fulano, que no merece ese premio, o dejar morir en paz a mi madre asumiendo sobre mi conciencia la decisión de que no voy a hacer nada para evitarlo. Me gustaría decirle la verdad a un periodista y pedirle que la publique con mi firma.

Conclusión: una cosa es la cruda realidad y otra el relato, que es la cantidad de verdad que podemos soportar. Que es muy poca, cada vez menos. ¿Por qué, por qué no podemos soportar más verdad? Buen tema para una tesis.