Mar Jimeno

Tribuna Universitaria

Mar Jimeno


Juventud, divino tesoro

02/11/2022

Evoco el poema de Rubén Darío, de tan afamado título, en este caso no con nostalgia sino con preocupación. Preocupación por un bien tan escaso del que se hace eco el conjunto de la sociedad española y posiblemente aquella allende las fronteras bajo el cliché de 'relevo generacional. En efecto, dicha problemática alcanza a gran parte de sectores de la vida profesional y así se suceden en los últimos tiempos noticias bajo este mismo titular en este u otros diarios con referencia a los más diversos colectivos (taxistas, médicos, etc.).  

Por ser lo que más de cerca vislumbro y participo pongo el ejemplo de la universidad, donde la media de edad, al menos en el ámbito que me rodea, ronda la cifra de 55 años con previsión de gran número de jubilaciones en próximos años. La carrera universitaria es cada vez más dilatada, motivo por el que el famoso relevo generacional no ha de dejarse al albur de la improvisación. El acceso a la función pública y, en concreto, al cuerpo de profesores titulares de universidad, al que antaño se accedía con una edad media de 29-30 años siquiera en mi titulación y área de conocimiento (en algún caso con esta misma edad el acceso tenía lugar ya al cuerpo de Catedrático de Universidad y utilizo intencionadamente el género masculino) hoy alcanza la edad cercana a la cuarentena sino cincuentena. Es también conocido el paso por las distintas figuras contractuales bajo la exigencia de acreditación por organismos nacionales y autonómicos, hecho que igualmente ha influido en el alargamiento de la profesión académica. 

De este modo y previsiblemente, las cátedras que mañana resulten vacantes por razón de edad serán ocupadas en el mejor de los casos por profesorado ayudante como ya va teniendo lugar, en no pocos casos contratado in extremis y llevando al frente toda la responsabilidad académica, si no aun por profesorado asociado a tiempo parcial, como en los primeros tiempos universitarios en nuestra ciudad. Con todos mis respetos a la encomiable labor desarrollada en las aulas por este último a pesar de su escasa remuneración, hoy objeto ambos términos de reivindicación por parte de su colectivo, y con agradecimiento a la inmensa tarea fundacional desarrollada en su día. Su presencia supone un valor añadido a la plantilla universitaria pero no es ni debe ser tarea del profesorado asociado 'sustituir' las funciones del profesorado a tiempo completo; esto es, personal docente e investigador (PDI) con reunión de sendos perfiles y cometidos en las distintas plazas ocupadas.

Lo triste es que teniendo materia prima, fruto de contratos predoctorales obtenidos con financiación pública y arduo procedimiento de selección, exportamos esta excelencia universitaria sin recibir importación equivalente alguna. No en vano esta última sería también deseable en un contexto de movilidad y universalidad que debe presidir la institución universitaria pero, también lamentablemente, no es lo común y ello sería, sin duda, otro tema para opinar. Por el contrario, se desdeña la contratación de este joven personal investigador formado en nuestra universidad sin visión ninguna de futuro imputando responsabilidades externas en otras espaldas y bajo el recurrente argumento de la falta de dotación presupuestaria siendo, sin duda, esta de menor necesidad para la contratación de profesorado a tiempo parcial con el que se repone su marcha. Aun cuando pueda ser (y lo sea) cierto este extremo no puede invocarse como eximente de responsabilidad propia; así la elaboración de un diseño de estrategia y política universitaria a todas luces equivocado que sólo hace recordar el popular refrán pan para hoy y hambre para mañana. 

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