Samuel Gil Quintana

Libre de marca

Samuel Gil Quintana


Puntería

15/06/2020

Sucede poco pero, a veces, las soluciones terminan por convertirse en problemas. Ha ocurrido en el Burgos, que fichó un entrenador en octubre para salir del pozo y ahora no puede rescindir su contrato. Ocho meses después de su primera cita, el Burgos y Salmerón han dejado de entenderse. Y claro, la ruptura, como al final de cualquier relación, encierra dos realidades, dos versiones, dos posibles motivos. Uno, que el club, después de ratificarle, no lo quiera en su proyecto. Dos, que Salmerón, en contra de lo presupuestado, no quiera ver reducidos sus honorarios. En El Plantío se inclinan por lo segundo. Salmerón todavía no ha hablado.

Pero la única realidad es que, después de que Michu retocara la plantilla en invierno, de que el equipo remontara el vuelo, después de la racha de victorias e incluso después de que, más allá del debate de si el almeriense era o no el entrenador idóneo, quedase demostrado que el principal problema del Burgos no residía en el banquillo, estamos, por desgracia, a las puertas de otro verano con baile de nombres en torno a la figura del técnico.

Y da pena que los entrenadores en Burgos nunca lleguen para quedarse. Créanme, no me caso con nadie. No es una crítica a los actuales mandatarios del Burgos. Ni a los anteriores. No lo digo por Salmerón, ni por Estévez, ni por ningún otro. Lo digo por los 15 entrenadores que han pasado por aquí en los últimos diez años. Piensen por un momento en la estadística: es un entrenador y la mitad de otro por temporada. Algo estamos haciendo mal. Desde hace mucho.

Por eso, da igual quién sea el próximo que ocupe la banqueta. Lo verdaderamente importante es que paremos, de una vez por todas, de pegar bandazos. Porque, o tenemos muy mala puntería, o muy mala suerte. O peor, las dos cosas al mismo tiempo.