Carmen Hernando

Desde la campiña

Carmen Hernando


Derecho a no discutir

11/12/2020

Igual es que me estoy haciendo mayor. O que durante muchos años he peleado día y noche y estoy ya saturada. No lo sé. Lo que sí tengo claro es que cada vez tengo menos ganas de discutir, y me temo que la consciencia de la inutilidad de muchos debates tiene bastante que ver en esto.
De universitaria, era la ‘discutidora’ o ‘conseguidora’ oficial del grupo de amigas. ¿Que los embrollos burocráticos habían dejado sin luz a alguien de la clase? ¿Que una tienda se negaba a aceptar la devolución de un producto en malas condiciones? ¿Que no podíamos entrar en una discoteca porque no teníamos invitación? Había llegado el momento de entrar en acción, y no había duda sobre quién se encargaría de hacerlo.
Sin embargo, entré en política, y para evitar que alguien pensara que me quería aprovechar de mi cargo, dejé de discutir tanto en mi vida privada. Tuve que tragar mucho. Y ahí empezó todo: esa obligación que me autoimpuse de conformarme me incomodaba enormemente, pero me acostumbré. Ya ni me costaba tanto morderme la lengua en las discusiones sobre el gobierno de turno con mi familia política. Y poco a poco, a fuerza de observar sin discutir, me fui dando cuenta de que las posibilidades de debatir con alguien sobre temas políticos y que uno de los dos cambie de opinión son prácticamente nulas. En los grupos de Whatsapp, por ejemplo, parece que se trate de una competición por ver quién puede enviar el mayor número de artículos o memes que apoyen su ideología, pero sin que en ningún momento exista opción alguna de que alguien modifique su posición. Si se trata de tener munición, los hay que, simplemente por nuestra vinculación con algún partido político, tenemos para dar y tomar. ¿Pero para qué enviarla? ¿Para recibir otra ofensiva que no llega a ninguna parte? Y si no la envías, parece que das la batalla por perdida. Nada más lejos de la realidad. Simplemente la doy por estéril.
Total, que me he salido del grupo de Whatsapp de un ala de mi familia que incluye a más de 30 personas. Y qué tranquilidad. Cualquier día me salgo también del de madres y padres del colegio, y a vivir, que son dos días.

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