Juan José Laborda

RUMBOS EN LA CARTA

Juan José Laborda

Historiador y periodista. Expresidente del Senado


La dificultad del acuerdo cuando no significan igual las mismas palabras

13/06/2021

Demos como punto de partida del análisis del problema político de Cataluña: sus orígenes. Y para no hablar mucho de ellos, ya que se busca soluciones para el futuro.

Sin embargo, vale la pena enunciar los errores y los protagonistas de esos errores, pues lo que viene sucediendo en Cataluña no es un hecho natural, algo así como vivir cerca de un volcán o de una zona sísmica, sino que todo empezó cuando el presidente Rodríguez Zapatero mantuvo el proyecto de ley del nuevo Estatut cuando éste ya no contaba con los votos de ERC (entonces en el gobierno del president Maragall); aumentó el problema cuando su sucesor, el president Montilla, se puso al frente de la manifestación contra el Tribunal Constitucional, es decir, contra el Estado, cuando aquél aún no había redactado su sentencia sobre el Estatut; después, el nuevo president, Artur Mas, le exigió al presidente Rajoy una financiación imposible (lo hizo sólo para aumentar su apoyo electoral, parecido a lo que hizo el premier Cameron cuando convocó un referéndum que suponía iba a ganar de todas); y tras esto, el presidente Rajoy creyó que el problema catalán se desinflaría con el paso del tiempo, y decidió no actuar cuando hubo un sucedáneo de referéndum catalán de autodeterminación, y tampoco actuó cuando se aprobaron en el Parlament las famosas leyes de desconexión de Cataluña con España, y en fin (pero no fue el final), hubo referéndum de secesión, aplicación del 155… que principalmente sirvió para convocar elecciones para la Generalitat, huida del president Puigdemont, condena de parte de sus consejeros, y en esa onda nos movemos hasta el día de hoy.

Voy a intentar ver el problema catalán desde una óptica cultural, o incluso semántica (la correspondencia entre las palabras y la realidad de los hechos), más que puramente política. Desde esa perspectiva, el relato de los factores que han desembocado en el independentismo catalán me lleva a remontarme a los años en los que Cataluña estaba eligiendo reiteradamente a Jordi Pujol.

Jordi Canal, sin duda el más profundo analista de la evolución del catalanismo al independentismo actual, en su último libro, 25 de julio de 1992. La vuelta al mundo de España (Taurus, 2021), describe cómo la Generalitat de Jordi Pujol realizo toda suerte de maniobras contra las Olimpiadas de Barcelona, eso sí, arrojando piedras, y escondiendo la mano; mano que, desde mediados de los años ochenta, no se paraba nunca construyendo la comunidad nacional catalana.

Las Olimpiadas en Barcelona, eran vistas por Pujol y sus seguidores como un factor de españolización de Cataluña, y aunque el gobierno catalán formalmente se comportó con corrección durante los años de preparación y celebración de los Juegos Olímpicos, las organizaciones políticas y culturales obedientes al gobierno pujolista, lanzaron campañas internacionales, como Freedom for Catalonia, y protagonizaron pitadas al rey, y a las autoridades españolas y olímpicas, con el propósito de proyectar una supuesta opresión de Cataluña, aprovechando la global cobertura informativa de los Juegos.

Para sorpresa de los reticentes nacionalistas catalanes, y para casi todos los españoles, el equipo olímpico español se convirtió, por primera vez en su historia, en una potencia deportiva, y ante aquella campanada imprevista, el responsable del deporte nacional, Javier Gómez Navarro, decidió sobre la marcha comprar banderas españolas de papel, y regalárselas a todos los espectadores de los estadios olímpicos, con lo cual Barcelona (y Cataluña) quedó asociada con esa imagen patriótica, para contrariedad, seguramente, de los adoradores del monobanderismo nacionalista.

En mi opinión, en la última década del siglo, sucedió que la interpretación sobre la transformación de España en una democracia fue diferente en Jordi Pujol (y en la mayoría de los nacionalistas catalanes), comparada con la interpretación de la mayor parte de los políticos y expertos. Jordi Pujol expresaba en privado y en público que Cataluña había pactado con el Estado español el modelo constitucional de 1978, mientras la opinión más autorizada -contrastada con hechos verificables-, era que el logro había sido resultado de un impulso común democratizador.

Aunque Pujol manifestaba que era leal a la Constitución, mientras esta norma respetase su supuesto pacto entre Cataluña y el Estado, sin embargo, la autonomía de Cataluña resultaba insatisfactoria, y las responsabilidades de esa insatisfacción eran de Josep Tarradellas, el presidente preautonómico, que había compartido la opinión mayoritaria de que el logro de la democracia fue sólo resultado del impulso común.

El 26 de septiembre de 1994, Jordi Pujol intervino, hablando en catalán, en el Senado, cuando esta Cámara celebró su primer debate general sobre el estado Autonómico. En su discurso expresó que Cataluña no quería la autonomía para gestionar mejor las competencias gubernamentales, sino que su demanda se basaba en afirmar primordialmente su identidad. La identidad de Cataluña, en ese aspecto, venía de un pasado remoto, de la Edad Media, y comenzó a crecer, no sin detenciones, en los dos últimos siglos. Pujol, consecuente con su relato, advirtió que no existían 17 culturas en España, sino que Cataluña era una cultura diferenciada de la cultura común de la mayoría de las Autonomías.

¿Pacto o impulso común? Aquel dilema no obtuvo respuesta, ni siquiera fue entonces debatido. La famosa conllevanza con las ideas de los nacionalistas, ¿no es consecuencia de la falta de un esfuerzo semántico al abordarlas? El dilema vuelve a estar presente, ahora que se buscan soluciones a los problemas de Cataluña (continuará).