Vladimir V. Laredo

Petisoperías

Vladimir V. Laredo


Bravo por la música

19/05/2021

Hace un rato me ha pasado algo que no es inhabitual en mí: alguien me ha visto, me ha saludado y yo no me he enterado de nada. Otras veces me pasa que me saluda gente que no sé quién es pero le devuelvo el saludo como si tal cosa. No quiero con esto que piensen ustedes que soy un tontaina, o al menos no que lo piensen por esto, sino que se hagan una idea sobre el hecho de que en mi día a día, en mi deambular diario, soy una persona profundamente despistada. Hasta el punto de que hay gente que no me conoce bien que cree que soy antipatiquísimo y que no saludo a propósito. Y no voy a decir que en algún caso puntual no sea cierto, pero hacerlo por sistema sería terriblemente cansado, y tampoco soy tan constante.
El caso es que, en esta última ocasión, como en tantas otras, mi movida fue una mezcla de despiste, prisa y auriculares. Despiste innato, por esto mío que les cuento. Prisa, porque llegaba tarde a un lugar, cosa que cada vez me sucede más. Y auriculares, porque estaba escuchando música mientras caminaba. De un tiempo a esta parte he vuelto a escuchar música mientras camino. Y no es que antes no lo hiciera, sino que, en general, escuchaba podcasts sobre cine y cosas de mi cuerda, o programas de radio, pero había desterrado la música. Pero el hecho de que esos podcasts se dedicaran a hablar de rumores y posibilidades sobre películas que aún no he visto, creándome expectativas que luego no se cumplen y llevan a una suerte de decepción y que los programas informativos sólo hablen de las mismas cosas sin parar hasta el hastío, me han empujado a escuchar música otra vez, cosa que nunca debí haber abandonado.
He empezado un periodo de suscripción gratuito en un servicio de música en streaming, y tengo en la palma de mi mano básicamente cada canción que he escuchado en mi vida, y las que no también. Así, me ajusto mis auriculares, miro hacia adelante y me dejo llevar por las notas musicales hasta que, mágicamente, aparezco en mi destino. A veces llego a la hora, a veces me saludan y no me entero, pero, ¿saben?, la mayor parte de las veces, bajo la mascarilla, voy sonriendo plácidamente. Así que, como cantaba Juan Pardo en los muy lejanos ochenta, bravo por la música.