Ignacio Fernández de Mata

Los Heterodoxos

Ignacio Fernández de Mata


Lagarto, lagarto

10/06/2020

Le han visto. Dicen que su fornida naturaleza le ha delatado, inconfundible. Ha tratado de pasar inadvertido y se ha refugiado en las zonas más salvajes, entre malezas, juncos y espinos. De momento, lleva la delantera, nadie le ha puesto el lazo y consigue campar a sus anchas por aguas poco frecuentadas. 
La verdad que ha sido mala suerte que le pillaran. Lleva más tiempo suelto del que la gente sospecha. Sus correrías le han deparado ganado menor y mayor sin demasiado esfuerzo, y cada pieza cobrada reforzaba su confianza, su sentido de impunidad. Pronto aprendió que nadie es más grande que él. Y lo que eso supone: lo quiere todo. En realidad, nadie le esperaba. Ni siquiera él es consciente de que no pertenece a este ecosistema, sin embargo, aquí ha conseguido medrar a base de hacer lo que sabe por instinto: depredar.
A veces tiene la sensación de que el entorno se le queda pequeño. Está dotado para cazar búfalos, antílopes, cebras, hasta a los despreciables humanos... Ha borrado de su saúrico cerebro los tiempos de cautividad, la falta de movimientos, el haber sido juguete para la diversión de amos inflexibles. Ahora es libre. El rey del río. La voz ha corrido hasta las heladas cumbres que traen estas dulces truchas y los visones más suaves, y ha llegado a las desembocaduras plácidas y lentas acariciadoras de vinos excelsos.
Sigiloso, se desliza entre aguas con movimientos imperceptibles. Esa es su especialidad: pasar inadvertido, parecer inerte, arbóreo, inofensivo… E, inmediatamente, dar una subrepticia dentellada con la que despedazar un cuerpo, un mordisco brutal que concluye con un giro sobre sí que liquida toda estructura, toda resistencia. No falla. Son generaciones de instinto cazador, de genética carnívora, de ocupar la cúspide de la pirámide alimenticia.
Eso sí, en estas aguas ribereñas, tan agitadas con los últimos temporales, le falta una buena hembra, de las que a él le tiran, de esas rotundas, hermosas, rijosas…, que le pongan cincuenta, sesenta u ochenta huevos.
Pero le han visto. Están a su caza. Es demasiado grande y no ha ocultado bien sus rastros. Saben lo de la Meca, lo de la lagarta y lo del último ave. Se han atrevido a asignarle fiscal supremo… Veremos quién muerde el último.