Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Absueltos

15/06/2020

El periodo que todos estuvimos en casa a tiempo completo dio para mucho: subir y bajar las escaleras hasta el último piso para no oxidarnos, pasear furtivamente por el garaje, hornear hasta el aburrimiento, ordenar armarios y volverlos a ordenar... Esas actividades podían llenar algún rato pero cada día, confinados, era un océano infinito que dejaba espacios enormes para pensar. Ahí surgían temores, incertidumbres y angustias, pero incluso esas ideas oscuras son incapaces de cubrir todo el tiempo. Mirando por la ventana, en esa calma extraña, uno a veces recordaba su vida anterior y se preguntaba cómo podía ser capaz de hacer tal cantidad de cosas en un día; cómo era posible sobrellevar cada jornada a ese ritmo frenético, transitar en esa especie de carrera constante que acababa con uno rendido en el sofá mucho después de caer el sol. Si la ventana lo atrapaba, o se tenía el día filosófico, uno podía ir un poco más allá. Entonces surgían las preguntas existenciales: ¿para qué hago todas esas cosas cada día? ¿Tiene sentido andar volando cada minuto hacia ninguna parte? ¿Y qué pasaría si en vez de ser esclavo de esa suma de quehaceres rompiera las cadenas? Después, cualquier obligación doméstica o persona del hogar reclamaba atención y lo rescataba a uno de estos mares procelosos.
Muñoz Molina, una vez más, lo contaba estupendamente el sábado en El País. Apuntaba que, tal vez, no saquemos ninguna conclusión de todo lo ocurrido, o que lo hagamos pero la inercia nos empuje a olvidarlo rápidamente, «y todos nosotros volvamos a entregarnos a la misma multiplicación de tareas superfluas y angustiosas de las que un día nos vimos de golpe absueltos sin el menor perjuicio».
«Absueltos sin perjuicio», dice, y esa es la expresión que describe perfectamente la sensación vista desde este momento, cuando estamos a un paso de la «nueva normalidad». Cuesta pensar que, tal vez, en otoño (el verano no cuenta) olvidemos las reflexiones de ventana y nos subamos de nuevo a la rueda de hámster que hemos decidido sea nuestra vida y entremos de vuelta en la vorágine de la que no  sacamos beneficio aparente alguno. ¿Quedará en septiembre todavía algo de memoria?
Salud y alegría.