Alejandro Sarmiento

Cuerpo a tierra

Alejandro Sarmiento


Cuidar lo nuestro

13/10/2022

Disfrutar del patrimonio, de un parque, soñar con un libro sacado de la biblioteca del barrio, utilizar el espacio público para jugar o para bailar, acceder a una sala de ensayo, escuchar música en el centro de salud, participar en la gestión de un centro cultural, o decidir cuáles son los objetivos de la política cultural de un municipio son derechos culturales.

A la pregunta de por qué son necesarias leyes que regulen estos derechos culturales, las respuestas son varias. En primer lugar, porque son el instrumento necesario para hacer del derecho a la cultura, recogido en el artículo 44 de la Constitución, un derecho efectivo. La cultura forma parte de los derechos que, junto al medio ambiente, la vivienda o la salud, necesitan leyes de desarrollo para poder ser alegados en caso de vulneración; es, por lo tanto, necesario una ley para que se pueda exigir su cumplimiento. En segundo lugar, una ley de derechos culturales sirve, precisamente, para concretar cuáles son esos derechos. Para que el discurso y práctica en torno a los derechos culturales forme parte de la agenda de las políticas públicas, es necesario definir y concretar de qué se habla cuando hablamos de estos. Y, por último, una ley de derechos culturales supone una apuesta por un cambio de paradigma de las políticas culturales. Es una apuesta por abandonar el brilli brilli de los festivales vacíos y pasar a entender la cultura como un instrumento diario, no como el privilegio de una élite sino una garantía de que todas las personas puedan desarrollar una vida cultural plena.

Más Madrid presentaba hace unos días un interesantísimo texto de ley con la que establecer una serie de garantías presupuestarias, orgánicas, de planificación y de gestión que hagan de la proclamación de los derechos culturales una realidad efectiva. Como garantía presupuestaria, la ley establece el 2% del presupuesto total de la Comunidad de Madrid como porcentaje mínimo destinado a la cultura, porque en política, como en la vida, solo existe aquello que está dotado económicamente.