Maricruz Sánchez

Plaza Mayor

Maricruz Sánchez


Médico de familia

14/05/2021

Es en los momentos difíciles, o como se dice comúnmente cuando vienen mal dadas, donde se puede apreciar el verdadero trasfondo de las personas. La pandemia es, sin duda, una de esas situaciones, y para bien o para mal ha quitado más de una careta entre mis conocidos. De ello hay que tomar nota, en mi opinión, para quedarse con lo bueno, porque a lo malo, aunque siempre hay que tenerlo presente, si se le presta demasiada atención termina por agriar el espíritu, y tampoco estamos para amargarnos a estas alturas de la película.
Pues bien, entre las cosas buenas de esta crisis sanitaria figura en mi lista personal el haber comprobado de primera mano la gran labor que desempeñan los profesionales de la salud más cercanos. Hablo de esos médicos de familia que, como bien indica su nombre, son uno más en casa. De esas personas que han dedicado horas a llamar a sus pacientes, que han estado pendientes de su evolución, que hecho todo lo que estaba en sus manos para que recibieran la mejor atención a pesar de las duras circunstancias.
El mío se llama Pablo y es un tipo joven y afable. No se si aprender a escuchar fue una asignatura impartida en su facultad, pero sin duda la domina a la perfección. Además, sabe empatizar y, lo más importante, ejerce el noble arte de humanizar, un bien escaso en la sociedad actual.
A él van dedicadas estas letras de gratitud. A él, a las enfermeras que lo rodean, otras excelentes profesionales también, y a todos los Pablos que no conozco porque no son mi médico de familia pero están ahí. Seguro que hay muchos más, con rostro cansado algunas mañanas después de meses de duro trabajo, pero siempre con una palabra amable y reconfortante en su boca. A todos ellos, decirles que su esfuerzo no será en vano. Quedará en la memoria y en su conciencia, como profesionales y como personas.