Diego Izco

TIEMPO MUERTO

Diego Izco

Periodista especializado en información deportiva


Esto

28/09/2020

La nueva normalidad, como el VAR, han venido para quedarse: mejor acostumbrarse que renegar de ella, mejor resignarse que vivir en una permanente frustración. Un fuera de juego marcado por una línea en una pizarra, dos avisos al pinganillo, una mano que pasó completamente desapercibida, algo que nadie reclama y de repente condiciona un partido… Se entiende tanto la indignación de los béticos como el derecho del madridista a defender la justicia de las acciones y el resultado. Pero con un poco de sentido común y neutralidad, con cierta experiencia y un puñadito de amor por este deporte del fútbol, todos adivinamos que el VAR no llegó para 'esto'.

'Esto', según algunos, está siendo dar pábulo a las sospechas de antaño, convirtiéndolas en certezas. 'Esto', según otros, es la constatación de que quien es malo sobre el césped es aún peor en la sala VOR, donde no hay cámaras sino monitores, ya me entienden. 'Esto', según casi todos, es convertir el fútbol en un juego de chivatos aún más chivatos y pillos aún más pillos, pues aquel «con el VAR se acabaran los piscinazos», por ejemplo, no ha sucedido: el 'piscinero' está legitimado, además, «si hay contacto». Así de triste. Como con las manos, los fueras de juego y todas esas acciones en las que el videoarbitraje actúa sin que nadie se lo pida.

No obstante, no vengan ahora los reaccionarios a quemar el sistema en la pira. El VAR es una herramienta maravillosa… si está en buenas manos. Saben que asociamos la imagen del peligro a un mono con dos pistolas, ¿verdad? Porque el 'monico' acabará hiriendo a alguien precisamente porque no sabe usar las armas. Tal y como muchos árbitros están haciendo con el videoarbitraje y su aplicación. Y qué más quieren los amigos del pasado, los nostálgicos y los inmovilistas que un puñado de torpes a los mandos...