Jesús Fonseca

EL BLOC DEL GACETILLERO

Jesús Fonseca

Periodista


Lo que cuenta

31/07/2022

Estar vivo, cuenta. Ser compasivo y generoso, cuenta. Pasar por la vida respetando, sin juzgar ni herir a nadie, cuenta. Acumular para ser el más rico del cementerio, eso si no cuenta. Centrarse en lo que verdaderamente anhelas, ser dichoso con lo que tienes y compartir a manos llenas, cuenta mucho. No confundir lo banal con lo que es importante, también cuenta. Si existe una forma segura de pasar por la vida, sin olfatear las pocas cosas que valen la pena y las muchas que no, es dejarse llevar sin ton ni son por el ruido de fuera, no resistirse; algo que está a la orden del día. Pero para saber lo que cuenta y lo que no cuenta es imprescindible, sobre todo, tener claro a qué estás dedicando tu existir. A partir de ahí todo es bastante más fácil. No se trata de etiquetar, ni de caer en el buenismo estéril, sino en descubrir en cada acontecimiento una oportunidad de ahondar en la alegría, de aprender, ensanchar el horizonte y encontrar holgura; algo que no es precisamente fácil, sino todo lo contrario. La diferencia está en que algunos descubren en cada revés y en cada traspiés una oportunidad de crecer y ganar en quietud y serenidad, mientras otros andan a porrazos a diestro y siniestro. La cuestión es sencilla: vivir a favor o vivir en contra. Conste, una vez más, que si escribo de estas cosas de poca monta, es porque mis lectores me lo piden, aborrecidos tal vez de monsergas políticas y profetas de catástrofes. No seré yo, a pesar de ello, quien niegue lo evidente: que la lucha , que «es cruel y es mucha», según canta Gardel, crece como crecen los enanos. Por eso, por eso, es más necesario que nunca, en rachas de descendimientos, ser parte de la solución y no del problema; algo que va mucho más allá de ser simplemente bueno y que tiene que ver con una acción positiva frente a tanto sin sentido. No propongo te y simpatía, para eso ya están otros. Empecemos por dejar las rigideces a un lado. La relaciones más placenteras, las más sólidas –y que mejor funcionan–, está comprobado que son aquellas abiertas y flexibles. Una cosa más: sin arremangarse y mancharse las manos de barro, es difícil encontrarle sentido a la vida. Hay que implicarse ¿Implicarse en qué? Pues en todo. Es decir: interesarse por el mundo. Últimamente me encuentro con demasiadas personas que pasan de casi todo lo que no sea murmurar, descalificar y quedarse con lo negativo, cuando a nuestro alrededor hay tantas realidades que importan y valen tanto la pena. Implicarse significa cooperar, contribuir, tomar parte; escuchar y alentar; no contemplar, desde la acera, lo que otros hacen y esperar a que los demás resuelvan. Implicarse significa unirse, socorrer, estar ahí con un entusiasmo cierto; ayudar a los demás a apreciar y disfrutar sus vidas un poco más; caldear corazones. No es mucho pedir, ¿verdad amable lector?