Inés Praga

Esta boca es mía

Inés Praga


Los rostros de la guerra

18/03/2022

Esos rostros de mujeres huyendo de la guerra son ya un doloroso paisaje cotidiano: madres con sus hijos, ancianas desvalidas,  muchachas aterrorizadas. La imagen del horror también es femenina, a pesar de que la premio Nobel Svetlana Alexiévich titulara su célebre obra La guerra no tiene rostro de mujer (1985). En ella rescata  los testimonios de mujeres rusas que, tras luchar en la segunda guerra mundial, fueron ignoradas y silenciadas en el relato de la contienda. Una contienda que oficialmente solo contaron los hombres, denuncia Alexiévich, construyendo una épica del valor y el heroísmo masculinos. 

Hoy la situación es diferente si tenemos en cuenta la información casi en directo sobre la lucha de hombres y mujeres (un  15% del ejército ucraniano)  y  sobre la enorme participación de  voluntarias en los distintos frentes. Pero la guerra aún tiene rostro de varón si pensamos en la movilización de todos los ucranianos entre 18 y 60 años, que tienen prohibido abandonar el país y deben tomar las armas obligatoriamente. Son los esposos, hijos, novios, hermanos o padres de las mujeres que huyen, personas que también enfrentan un destino cruel pero con rostros que nunca veremos. Y no les mueve ningún heroísmo, ese perverso pilar de la masculinidad. Los viejos ideales de gloria, que tantas vidas costaron, daban por supuesto el coraje del soldado, una falacia que ya denunció Stephen Crane en 1895 con su extraordinaria obra La insignia roja del valor. 

Porque los hombres tienen miedo, igual que las mujeres, pero han sido educados para ocultarlo como un estigma de debilidad. Esa frase cruel y discriminatoria de que los niños no lloran fue un lema impreso en la conducta masculina; y por eso estos días sorprenden los testimonios de algunos varones que van a la guerra por decreto ley y que dicen estar horrorizados, igual que sus compañeras de lucha, porque todos son humanos y porque la testosterona no es un escudo contra el terror. Incluso algunos confiesan que, de poder hacerlo, huirían del país, porque la idea de matar les repugna tanto como temen perder la vida. 

Hoy la guerra es un mosaico del horror cotidiano con mujeres dando a luz entre escombros, hombres en los tanques y millones de refugiados buscando un destino. Una narrativa pavorosa donde no cabe hablar de género sino de seres humanos, esos rostros anónimos que ilustrarán una página negra de la Historia.