Jesús de la Gándara

La columnita

Jesús de la Gándara


Covid y arte

25/01/2021

Los dioses crearon con arcilla a los seres humanos al este del Edén, donde se multiplicaron tanto que acabaron siendo molestos para los propios dioses. Entonces, Enlil, dios del cielo y la tierra, se cansó de soportar el ruido que ocasionaban e intentó exterminarlos mediante una plaga: El ruido de la humanidad se ha hecho demasiado grande, pierdo el sueño con los disturbios. Dé la orden de que la surrupu (enfermedad) estalle. Así consta en el Astrahasis, un poema escrito hace más 3600 años en Sumeria.
Las pandemias son fenómenos universales que afectan a seres de cualquier condición y determinan su presente y su porvenir. Cuando somos víctimas de tan grandes catástrofes se nos aguza el miedo y la vida se hace demasiado prosaica. Pero luego, cuando da tregua, rebrota la emoción y se afina la inspiración. De todas las grandes pandemias ha quedado constancia en las artes divinas. Ya sea en arcilla o papiro, en piedra o tambor, los virus y las artes siempre han mantenido relaciones íntimas. Desde Homero a Camús, desde los sumerios a los románticos, todas las pandemias han motivado églogas y épicas, pinturas y bronces, pues es en la creación dolorosa donde el ser alcanza su máxima excelencia, su mayor honestidad, memorable manera de vencer el terror insobornable.
Pero ahora parece que no, la covid no ha inspirado mucha lírica. Y sin embargo, cuánta bondad puede albergar el verso contra el virus, cuánto alivio hay en el ritmo de la música, en la belleza del óleo y la solidez del bronce. Pero la covid es demasiado prosaica, plagada de normas y dislates de ansias y políticas. La pandemia, al menos de momento, no ha generado una epidemia de arte, solo miedos y miserias. 
En Japón hay unos poemas de despedida que escribe el propio poeta poco antes de morir: Adiós a personas pobres, enfermas y ancianas. La tierra ha suspirado su penúltima voluntad. ¿Cabe mayor valentía frente a la muerte? El Dr. Rieux, en la Peste de Camus, dice La única manera de luchar contra la peste es la honestidad, y qué mayor honestidad que la creatividad artística. Por eso ahora suelo recetar un nuevo hipnótico llamado Poemicina, consiste en leer cada noche, justo antes de dormir, una poesía de su gusto. ¿Hay acaso algún sedante más bueno, bonito y barato?