Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Fiesta en la Plaza

20/09/2021

Según publicó este periódico la pasada semana, el Ayuntamiento ha aprobado ya el papeleo para la demolición del Mercado Norte (lo que mi madre llamaba La Plaza).? Como es sabido, en el mismo lugar se construirá uno nuevo con supermercado, puestos lustrosos, gastrobares y otras moderneces. Mientras duren las obras, los actuales inquilinos despacharán carne, pescado, pan o el género que sea en una instalación provisional en la plaza de España. 
Seguro que cuando todo el invento esté listo, que al ritmo de crucero de las administraciones será dentro de años, se montará una inauguración por todo lo alto. Pero eso se le ocurre a cualquiera y estamos a tiempo de hacer algo infinitamente mejor: una despedida.
El Mercado Norte, La Plaza, está unida a la cotidianidad y la memoria sentimental de miles de burgaleses a lo largo del último medio siglo. Muchos lo han frecuentado, han acompañado a sus, sobre todo, madres cuando eran pequeños o han establecido complicidades con los comerciantes. Ha sido un escenario de encuentro y de la vida de esta ciudad, ¿al que no vamos a despedir como se merece? Por favor, un poco de sensibilidad. No se trata de nostalgia, sino de respeto y elegancia, amigo. 
Antes de derribarlo convendría organizar algo, o mejor dicho, mucho. Imagínese una «última semana» de La Plaza, llevando a los niños, charlando en las colas, recordando con los tenderos... O, después, unos días en los que el espacio se convirtiese en sala de exposiciones, ludoteca, lugar de conciertos, parque infantil cubierto, circo, teatro...
La foto que acompañaba la información en el periódico era una vista aérea del edificio desde un piso alto. En ella se apreciaba la cúpula central acristalada de La Plaza, con ese aire a prisión antigua, y  la enorme superficie que configura el techado de los soportales que está pidiendo a gritos que un grupo se suba a tocar, como hicieron los Beatles en la azotea de Abbey Road. 
Y, por supuesto, aprovechando que todo va a ser pasto de la piqueta, intervenir el edificio con murales, pintadas, grafitis, mensajes o lo que se quiera. Dejar un poquito a la gente que explaye y vuelque por las paredes lo que ha significado para cada uno el lugar.
En una obra presupuestada en casi 19 millones de euros, el precio de esta despedida no se iba a notar. De hecho, seguro que es una ínfima parte de lo que van a suponer los sobrecostes, que los habrá. Además ser elegante, no tiene precio. 
Salud y alegría.