Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Un paso al frente

15/03/2021

Por mucho que nos haga sentirnos irremisiblemente viejos, siempre encontraremos enternecedor descubrir que nuestros hijos, al fin y al cabo dominados por esas ansias de vivir consustanciales a la juventud, se muestran resueltos a abandonar el nido y las seguridades que este les proporciona para hacerse a mar abierto y buscar su propio lugar en el mundo, por muchos que sean los peligros e incertidumbres que hayan de arrostrar. Uno, sin ir más lejos, se emocionó hasta la lágrima hace un par de días con el anuncio hecho a la hora del almuerzo y con la solemnidad debida por su primogénita, que participó a la asamblea familiar su firme decisión de irse por esos mundos con el altruista objetivo de colaborar en lo que esté en su mano en la lucha global contra la propagación de ese virus que nos martiriza desde hace ya un año corrido. 
Ocurre, como sabrán esos lectores atentos al palpitar de la actualidad, que en el Reino Unido han comenzado a reclutar voluntarios para asistir a bodas de cierto ringorrango, sofisticadas fiestas discotequeras y tumultuosos partidos de fútbol, como parte de un plan piloto de flexibilización de las medidas de cuarentena y alejamiento social que está a punto de poner por obra el gobierno británico en los próximos meses. Es a ese ensayo científico bendecido por el equipo de Boris Johnson que ha al decidido alistarse la luz de mis entretelas, con el benemérito propósito de ayudar a definir las medidas de seguridad que habrán de aplicarse en una eventual reapertura de la industria del ocio en la patria de Charles Dickens y Paul Gascoigne.
Uno asiste atónito a tales desahogos y, si bien se siente en la obligación de conminar a su hija a dejarse de zarandajas y emplear su tiempo en procurar convertirse en una mujer de provecho si no quiere ver interrumpida para los restos su fuente de financiación, no puede evitar preguntarse si tales muestras de frivolidad no estarán en el fondo adelantando el esperanzador paisaje que se adivina después de la batalla. Y en el fondo, qué demonios, lo que de verdad le gustaría es tener de nuevo veinte años y apuntarse a un bombardeo, que de lutos y pesadumbres ya nos han servido ración sobrada. Tentado estoy, en definitiva, de consultar cuánto cuesta un billete a Londres, y que sea lo que Dios quiera.