Fernando González Urbaneja

Cartas desde 44 leguas

Fernando González Urbaneja


Rolando José Álvarez Lagos

14/02/2023

Así se llama el obispo encarcelado por la dictadura Ortega-Murillo que domina Nicaragua. Una siniestra pareja que forma parte del cuadro de deshonor de los autócratas más despreciables. El obispo de Matagalpa y Estelí está encarcelado por su negativa a un exilio forzoso. Antes estuvo en arresto domiciliario durante varios meses por denunciar la dictadura de su país. Se trata de una evidente violación de los derechos humanos, un manifiesto abuso de poder y una decidida persecución a la Iglesia Católica, además de a sus viejos compañeros revolucionarios opuestos a Ortega. 

La dictadura nicaragüense es una de las anomalías que asolan al mundo, tanto como la de Corea de Norte y su extravagante dictador, la de la teocracia iraní, el régimen sirio o el cubano, estrecho aliado y soporte de la pareja Murillo-Ortega. Son las dictaduras que aprueban al belicista genocida Vladimir Putin. 

El encarcelamiento del obispo Álvarez Lagos ocupa espacios secundarios en la prensa internacional, opacado por la guerra en Ucrania o el terremoto turco-sirio. Que merezca esa atención limitada no le quita gravedad ni redime a la comunidad internacional para que reaccione contra los dictadores más allá de protestas formales sin trascendencia.

Los nicaragüenses han pasado a lo largo de varias décadas de una a otra dictadura sostenidas o animadas por aliados extranjeros, grandes potencias, que en ningún caso han procurado la libertad y prosperidad de los 6,7 millones de ciudadanos que no encuentran una alternativa decente. 

La dictadura Ortega-Murillo es una de las más odiosas y desvergonzadas del planeta. Estos días han exiliado y despojado de nacionalidad a más de dos centenares de opositores (entre ellos algunos compañeros sandinistas que combatieron la anterior dictadura somocista). Un destierro tan arbitrario como las otras medidas restrictivas de la libertad que padecen los nicaragüenses. 

Ante ese panorama, el obispo Álvarez Lagos emerge como un apóstol de la libertad que merece atención, reivindicación, recuerdo y apoyo decidido de todos los gobiernos democráticos.