Belén Delgado

Plaza Mayor

Belén Delgado


Vidas en streaming

16/11/2020

El Foro de la Cultura de Burgos ha tenido que suprimir la presencia del público y apuntarse al streaming, palabro británico que ya maneja hasta mi madre cuando trata de familiarizarse un poco más con la modernidad en su intento por domeñar los entresijos de su teléfono móvil. Para esta propuesta cultural, que cada dos años pone a la ciudad en un mapa que a lo mejor está por encima de sus posibilidades (aunque esa historia se la cuente otro día) ha sido un salto al vacío ingrávido y etéreo de las redes a mitad de programa. Otro triunfo de ese tiránico bicho pandémico, tan invisible como esas mismas redes.
El Festival de Otoño de Madrid también se ha apuntado al teatro en streaming. Es imposible sustituir una escena por otra cosa. El cara a cara con los actores, su respiración y la del público, la corporeidad del mensaje que impacta en las neuronas del espectador mucho más que cualquier película con los mejores efectos espaciales. Ante las restricciones sanitarias, grandes actores de la escena española han creado el Teatro de Guardia en el que atenderán al teléfono a los espectadores que sufran el ‘delirium tremens’ de la falta de espectáculos y quieran que les declamen al oído y ‘sotto voce’ textos dramáticos o poemas para curarles el alma.
Pero, si lo que tienen enfermo es el cuerpo, muchos españoles tendrán que llamar a su médico. Y este, también con su particular streaming telefónico, tratará de improvisar una receta, consejo o cura de las dolencias. Por cierto que no dejo de escuchar en la creciente oferta de publicidad de seguros privados, el compromiso con la telemedicina como una de sus señas de identidad. ¿Será casualidad?
Al final la (nueva) normalidad era esto. Una vida holográfica en la que nuestras dimensiones corporales parecen haber perdido sus límites. Dicen que cada vez que el ser humano sufría una gran pandemia, el mundo aceleraba. Que la peste negra de mediados del siglo XIV consolidó el Renacimiento y la alegría. Que tras la I Guerra Mundial llegaron los locos años 20. Pero empiezo a tener dudas de que tras esta racha, a pesar de que esta semana nos hayan dado un chute de optimismo con la dichosa vacuna, ese acelerón que se nos viene encima me merezca la pena. Más bien me gustaría dar un paso atrás y plantarme. No quiero besos y abrazos en streaming, tertulias de amigos en streaming, ni vermú en streaming. Quiero recuperar la sensación de ser pellejo y huesos, aunque cada vez me duelan un poco más.