Ignacio Fernández de Mata

Los Heterodoxos

Ignacio Fernández de Mata


Boone en Castilla

16/08/2021

Al avanzar entre los carrizos y restos de la última poda de álamos, Carandi pisa con el borde del pie, lentamente, evitando crujidos. Dos agateadores se persiguen por el tronco de un sauce y conducen la vista hasta las ramas intermedias, interregno de herrerillos y carboneros en sonora entente. Su andar sigiloso le premia con la vista de un visón en la otra orilla que olisquea atento cada oquedad, cada saledizo. El cazador acaba en el agua, con los bigotes fuera, fiado al impulso de su larga cola, y desaparece entre los juncos que pudieran tener alguna nidada.
Una media sonrisa aflora en el ojeador. La contemplación de los bichos, como él los llama, le llena de dicha tan intensa como sosegada. Mientras avanza sin prisa, observa una pareja de azulones arrastrados rumorosamente por la corriente y ajenos a otras presencias. Se detiene, y el perro se tumba. Es tanto cosa de paciencia como de alerta de los sentidos. La mañana se despereza entre los brazos y pozas del río con innumerable surgir de mirlos, mosquiteros y carricerines, garzas y gallinetas, verdecillos, lavanderas y ranas. Su espíritu se ensancha y la respiración se acompasa con el agua.
El pueblo se ve apartado, retrepado sobre una tímida colina. Así está bien. Un lugar al que volver, y del que salir. En esa trashumancia anímica se asienta buena parte de la vida carandiana: un poco de sociabilidad, un bastante de extrañamiento. Un estar medianamente ausente.
Hozan entre los rastrojos y vuelve en sí. Debe andar la jabalí con sus rayones, pero es un corcino el que se levanta y emprende trote ligero. La vida se le hace intemporal y recupera la sensación infantil de ser un piel roja, un Daniel Boone, un Robinson cualquiera.
Un chorlitejo escapa río abajo con sus alas picudas, apenas agitadas. Le pierde justo en un recodo desarbolado, como si le anunciara el fin del espectáculo. Lobo, paciente, lo mira pendiente de lo que decida.
-«Volvamos a casa, amigo». 
Y el perro, con el rabo bien alto, inicia un trotecillo de vuelta hacia el sendero.
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