Durante una épica partida de dardos, Ted Lasso -uno de los personajes televisivos que ha venido a alegrarme los primeros días de este 2022 que está por enderezarse- menciona una cita atribuida a Walt Whitman para explicar parte de su filosofía de vida: no seas prejuicioso, sé curioso.

Él es un tipo con pinta de simplón, dueño de una afabilidad a prueba de bombas, capaz de abrasarse por dentro con la comida más picante solamente por no hacer un feo al cocinero, resistente al cachondeo que genera su aparente ingenuidad y que parece impermeable al cinismo. Y así lo explica: entendió que los que se reían de él no tenían nada en su contra. Lo que les pasaba es que no son curiosos.

Con él y con todos los personajes que le rodean en esta comedia futbolística ocurre lo mismo: hay que escarbar un poco para encontrarse con sus motivaciones y deseos. Cantaba Raphael que en el mundo hay mucho más amor que odio, pero mira que nos cuesta no dar más bola a lo feo, lo maleducado y lo faltón. Y es que haciéndolo, además, contribuimos a esa sensación permanente de que estamos al borde del estallido. 

Pensaba en esto cuando me llegó un vídeo de un programa de televisión en el que Celia Villalobos (exalcaldesa, exdiputada, exministra, exrepresentante de muchos españoles en las instituciones) grita mirando a cámara, apelando incluso a los hijos de una ministra y un exvicepresidente del Gobierno para hacer, supuestamente, unas risas. Mire, señora, no. Dejemos a los niños fuera de esto. Si esa es la estrategia, igual hay que revisarla, dentro y fuera del hemiciclo.

Pero ya no es mentar a la parentela: mal asunto y poco argumento tenemos si decidimos entrar en terreno personal para hacer crítica política. Igual simplemente hay que escoger a quién ver y escuchar cuando encendemos la tele, la radio, las redes. Lo mismo hay que cancelar el ruido, como hacen los auriculares buenos, y ser más curiosos. Creo que el entrenador Lasso lo haría.