Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


A mí la región

08/02/2021

Que este país no tiene remedio lo sabíamos de sobra hace ya muchos años, pero la llamada cogobernanza de la pandemia ha puesto de manifiesto un escenario en el que la deslealtad, la desconfianza, el cinismo y las ocurrencias más extravagantes han medrado hasta el punto de que hemos perdido el respeto a las administraciones que dicen protegernos y nos cuesta creer en la palabra de nadie, sea la de Fernando Simón cuando asegura que en verano no quedará un solo español sin vacunar, sea la de Pablo Casado, que no se cansa de exigir una estrategia nacional frente al virus mientras se muestra incapaz de sofocar los rifirrafes que surgen entre los barones regionales de su propio partido.
En lo que atañe a Castilla y León, tenemos que soportar que Fernández Mañueco nos cuente que tomó la decisión de adelantar el toque de queda para «salvar vidas» (la explicación resulta tan evanescente que podría referirse igualmente a un curso de primeros auxilios o a la instalación de un extintor), pero que volverá grupas si así lo dictamina el Tribunal Supremo, que tampoco es cosa de que la salvaguarda de la existencia humana le conduzca al extremo de tener un malentendido con la justicia.
En Madrid, un sitio mucho más divertido que nuestro adusto solar castellano, Isabel Díaz Ayuso se ha descolgado con la garbosa propuesta de adelantar la vacunación de camareros, taxistas y cajeros de supermercado, sin que de momento haya explicitado qué puesto ocuparán en tal singular orden de prelación agentes de comercio, afiladores ambulantes y embalsamadores, entre otros muchos oficios pendientes de jerarquización sanitaria.
Y en Cantabria, Miguel Ángel Revilla ha conseguido soliviantar a todos al especular con la posibilidad de un desconfinamiento general de la región en Semana Santa, para que los forasteros puedan apretarse un cocido montañés como Dios manda y comparar la tercera y cuarta olas de la pandemia con las que rompen en la playa de Oyambre.
Y entre unas cosas y otras, mientras España está a punto de alcanzar los tres millones de casos diagnosticados y supera las 61.000 muertes por coronavirus, cada autonomía se pone a sí misma como ejemplo en la lucha contra la pandemia y deplora el desempeño de la comunidad vecina, en vez de sumar esfuerzos y acordar criterios. Así nos luce luego el pelo.