Es evidente que toda meta tiene detrás una estrategia y que cualquier plan lleva consigo imprevistos. Trabas inevitables que frenan incluso el proyecto mejor cosido. Más complejo resulta entender zancadillas evitables, sobre todo en una carrera de fondo a contrarreloj como es la de la vacunación en la que el objetivo es llegar con éxito al horizonte salvador de superar la pandemia, marcado por la Administración central en verano. Un mes después del inicio de la vacunación en nuestro país el calendario previsto se desmorona. Para empezar, sin dosis disponibles no hay ritmo. Es el gran obstáculo; sin embargo, la primera fase del proceso ya nos ha dejado otros. Apelando a la metáfora, en esta carrera ha habido aplazamientos, casos de dopaje y cero espíritu de relevo, todo ello en una pista original poco favorable, más de piedras que de rosas, en comparación con otros países.    
La falta de viales ha obligado en algunos puntos a retrasar el suministro de los sueros; el abastecimiento falla, con Bruselas creando un sistema de emergencia para retener vacunas que se producen en territorio europeo. ¿Inconvenientes de los comienzos? 
La lista -que conozcamos- de políticos y altos cargos que se han colado es la radiografía del tramposo. Indignante, más cuando hablamos de salud y vulnerabilidad. ¿La penalización?Algunos han dimitido; otros ni se lo plantean, mientras varias regiones ya han comunicado que no administrarán la segunda dosis como marca el protocolo a quienes no hayan cumplido. El Gobierno, por su parte, propone a las comunidades medidas correctivas para garantizar los planes de vacunación, subrayando la lealtad y la transparencia. Sin comentarios. ¿Solo un bache vinculado al inicio? Permítanme que lo dude. Así no hacemos carrera, sobre todo los ciudadanos de a pie.