Jesús Fonseca

EL BLOC DEL GACETILLERO

Jesús Fonseca

Periodista


Los paseos literarios de Antonio Martínez

21/05/2023

Lope de Vega venía desde su casa de la calle Francos, en el barrio madrileño de Las Letras, a decir misa diaria al convento de Las Trinitarias, para ver unos momentos a su hija natural, sor Marcela de San Félix, que vivía en clausura, tras aquellas celosías y altos tapiales cenobitas, junto a la otra hija del señor don Miguel de Cervantes. Miguel Hernández no apreciaba a Alberti como poeta, y mucho menos como dramaturgo, personalmente no parecía tenerle mucha simpatía; más bien la antipatía era mutua. Juan Ramón Jiménez («que nada me invada de fuera, que sólo me escuche yo dentro») era un hombre esclavo del orden y repulcro, temeroso de conocer gente nueva, porque: «cada uno traía un fondo de espinas y nosotros, los que somos de cristal, nos podemos romper». Gómez de la Serna, cosmopolita y castizo, vanguardista y siempre ansioso de notoriedad, capitaneó otra literatura, frente a los que él consideraba «realistas envejecidos, sin ideas» y, para colmo de males, célibes. Don Antonio Machado vivió sus días, en la capital de España, con una despreocupación sólo comparable a la del poeta y novelista bohemio Emilio Carrere. En aquella época, Machado, vestía un gabán descolorido y ajado, que sólo conservaba uno o dos botones de una fila, los cuales llevaba siempre abrochados equivocadamente; y, debajo, unos pantalones anchos que, medio amarraba con una cuerda, lo mismo que los puños, atados con restos de guata, en vez de gemelos. Cuando Machado visitaba a Juan Ramón Jiménez, en el sanatorio del Rosario, aquellas monjitas, tan finolis y delicadas, barrían y recogían cuidadosamente el lugar en el que se había sentado el poeta, en cuanto éste abandonaba los aposentos, que solían quedar cubiertos de migas de pan, tabaco y ceniza, así como papeles mascados, que Don Antonio comía a menudo. A veces, Machado, anunciaba que iba a deleitar a los presentes con unos versos; entonces, sacaba del bolsillo un papel hecho dobleces, lo desplegaba y, en el centro, aparecía un boquete, porque se lo había comido sin darse cuenta y ya no podía dar lectura a lo que, con expectación, había anunciado. Son algunas de las anécdotas que aparecen en los 'Paseos literarios por Madrid', cuyo autor es Antonio García Martínez, el más codiciado Procurador de los Tribunales de la capital de España y viajero empedernido, que desborda cultura desde su independencia intelectual y original forma de narrar la vida del otro, con sus luces y sus sombras. Antonio Martínez pasea por los lugares que frecuentaron los hermanos y la familia Machado, Azorín, don Ramón María del Valle-Inclán, Benito Pérez Galdós, Góngora, Miguel Hernández, Lorca, Cernuda y tantas otras figuras imprescindibles de la Cultura del mundo hispano. Con rigor, y desde una minuciosa búsqueda que no conoce piedad, Antonio García gesgrana, en estas páginas, con palabras de carne y una escritura de altura, los momentos más ardorosos y entrañables del existir de ensayistas, poetas y escritores de cabecera, para destapar sus secretos mejor guardados. Colarse a hurtadillas por los mismos lugares en los que habitaron o hallaron refugio nuestros hombres de letras, para desentrañar lo más escondido de su vivir cotidiano, es el objetivo de esta original obra de referencia, magníficamente editada para gustosos de libros y amantes de la buena literatura, por Relatos Imaginales, de Prokomum Libros, comandados por el buenazo de Fernando Cabal. Es una gozada, poder recorrer sosegada y plácidamente cada inmueble, pisito, café, casa de comidas o callejón por los que andaron sus pasos nuestros escribidores más notables, y repasar la letra menuda del vivir que marcó sus vidas. Estos 'Paseos literarios por Madrid', que cualquiera puede disfrutar en una mañana de primavera, o en cualquier otra estación, bajo el azul velazqueño del Madrid de los Austrias, es una de las obras más atractivas y mejor documentadas que se han escrito, desde el abordaje a la existencia cotidiana de algunos de los mejores de los nuestros. Antonio García, indaga en sus rarezas, pasiones más íntimas, sentires y pensares y nos desvela aquello que no se quiere que se conozca. Hace gala así de buen reportero, empeñado en contar lo que permanece oculto, con una prosa amena y un hondo mirar y saber, que convierte su obra en un libro excepcional, «testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, y advertencia de lo por venir», en palabras del Quijote, pues la vida todo es «dar vueltas y vueltas a la noria», según nos dejó dicho León Felipe, poeta jeremiaco del éxodo y el viento.