Despedimos a 2020 con una gran alegría por iniciar un año que nos traía esperanza tras una larga pandemia que tanta enfermedad, muerte y desgracias económicas nos había traído. Muchos pensamos que lo peor había pasado, la vacuna ya estaba preparada para iniciar el camino hacia la inmunidad y las cifras se contenían permitiendo la actividad económica de todos los sectores. Pero no. Parece que estábamos equivocados y apenas dos semanas de enero han servido para demostrarnos que la tradicional cuesta que llega después de las navidades va a ser este año bastante más empinada.
Filomena y la ola de frío, ya no sé si polar o siberiano, han provocado dificultades en la provincia, pero nada que no conozcamos ya por estos lares los que nacimos aquí. Sin embargo, el virus mortal parece resucitado en este nuevo año y, gracias a nuestros propios errores en las semanas festivas, se va agigantando cada vez más para volver a sembrar de enfermedad y muerte una sociedad cansada de restricciones,expedientes de regulación, cierres de sectores económicos, toques de queda... y sobre todo, de ver a diario cómo nuestros políticos se enredan en sus peleas partidistas para afrontar una situación de alarma generalizada. 
Los sanitarios están agotados, sin tiempo para haber descansado tras las dos primeras oleadas, y también cabreados al ver que parte de la sociedad no se toma en serio la amenaza de un virus que puede colapsar el sistema sanitario. Pero es que también el resto de ciudadanos estamos hartos de sacrificios y de medidas que no se explican, de que la única solución que encuentren para frenar a este mal bicho sea encerrarnos en casa y cerrar el comercio y la hostelería. Así, la cuesta de enero se está haciendo terrible y, sin querer ser pesimista, aún queda medio mes.