«Nos hemos convertido en una máquina de perder dinero»

S.F.L.
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ENTREVISTA | Malagueña, decidida y amante de los números. Después de una amplia trayectoria profesional en España y Europa, Elisa de Torres Martínez de Ubago toma las riendas de la empresa de alimentación Morato Pane, con una planta en Briviesca

Elisa de Torres Martínez de Ubago, directora general de Morato Pane en España. - Foto: Valdivielso

Los comienzos nunca son fáciles, y menos cuando la compañía que empiezas a dirigir sufre pérdidas económicas millonarias. Tras varias jornadas de reuniones interminables, Morato Pane y el comité de empresa de la planta de Briviesca alcanzaron el jueves el ansiado acuerdo, que libra a 42 trabajadores de un despido. La directora general, Elisa de Torres, atiende a Diario de Burgos después del logro.

¿Cómo llegó a dirigir la empresa?

En junio de este año me dieron la oportunidad de acceder a la dirección general, y siendo mujer y viviendo en el sur de Andalucía no es un tren que pase todos los días. Primero entré como directora financiera en Antequera pero creo que les convenció mi capacidad analítica, mi tesón y las aptitudes que hacen que vaya varios pasos por delante.

¿Qué llevó a Morato a comprar las fábricas a Cerealto Siro Foods?

Grupo Morato es líder en el mercado del pan seco, un grupo bastante importante que tiene varias fábricas y 500 empleados en Italia. Una compañía en constante expansión, que compra una o dos empresas en el país mediterráneo al año como mínimo. Dentro de esa expansión tiene como objetivo crecer en España. Les salió la oportunidad primero de Antequera y luego en Briviesca con Casalini, uno de sus socios. 

¿Con qué aspiraciones llegaron los italianos a Briviesca?

Las dos plantas que ha adquirido Morato a Cerealto Siro Foods tienen muchas similitudes. La de Briviesca está en peor situación y viene de una gestión un poco anticuada, con convenios muy beneficiosos para los empleados y muy encorsetados para la empresa. Venimos de convenios heredados y eso, junto a que el mercado cada vez se complica más, nos obliga no solo a elaborar buenos productos sino a ofrecer buenos precios. 

El objetivo marcado pretende poner la fábrica en eficiencia para poder mantener su posicionamiento en el mercado, la búsqueda de continuidad de la empresa, de eficiencia, de competitividad y, por supuesto de rentabilidad. 

¿Y usted?

Yo no aporto nada porque es una fábrica y no vengo a meterme en el trabajo de nadie ni a ver como van los turnos, pero es importante que al final el personal te vea implicada y que le mantengas informado. Con grupo Siro quizás no tenían ninguna visibilidad y yo no he dejado de dar números. Soy muy humilde y durante mi trayectoria he aprendido a escuchar todas las opciones posibles. 

¿En qué situación se encontraba la fábrica cuando la adquirieron?

Ha ido perdiendo volúmenes desde 2013, han tenido diferentes ERTES, lo que significa que hay un problema de carga de trabajo, hay más personal que trabajo. El mercado de la bollería industrial está en declive porque el consumidor intenta desviarse hacia productos más sanos, por lo que el consumo ha descendido. Es un negocio bastante prostituido porque ha habido una lucha feroz para bajar precios. 

Las proyecciones fijadas cuando se adquirió la empresa perseguían llegar a un punto de equilibrio, después tendríamos tiempo para reconducir la empresa hacia un crecimiento sostenible. Compramos la planta el 31 de julio y el mundo se volvió loco. Las materias primas se multiplican por 4 o 5 y las pérdidas mensuales desde entonces van de los 500.000 a los 800.000 euros. Vamos a cerrar ya el año 2021 y se prevén pérdidas de 5 millones de euros.

¿Y ahora?

La situación que tenemos es que hasta el jueves había un ERTE poco flexible y difícil de usar. Los preavisos eran muy largos, los miércoles no se podía hacer ERTE, los jueves tampoco si no se llevaban a cabo también el viernes, el martes no se convocaba si no se hacía el lunes. Es decir, se tenían que alinear siete planetas para que esa herramienta fuera eficaz. La rigidez a la que nos han llevado los convenios por los que nos regimos ha hecho que organizarse sea tarea complicada, y todo eso cuesta dinero. Nos hemos metido en una dinámica porque la subida del coste de las materias primas ha sido tan elevada que estamos vendiendo a margen negativo porque no nos ha dado tiempo a repercutirlo en el precio.

¿Con qué problemas lucha la planta briviescana?

Tiene dos serios: una tasa horaria muy elevada, que hace que no seamos competitivos, y tampoco nos ayuda tener una fábrica tan vieja. Pedir dinero para tapar un boquete en vez de destinarlo para mejorar hace que todo se desplace más. Son los dos grandes caballos de batalla que tenemos que ir encauzando, pero lo urgente es limitar las pérdidas.

¿Cómo pretenden salir de ellos?

Negociado una subida con los clientes, mejorando la eficiencia y la organización para acotar los daños. Todo esto se lo hemos puesto encima de la mesa a los sindicatos. El año que viene se vaticina que perdamos bastante más dinero. Haremos muy bien nuestro trabajo, hablaremos con los clientes y confiamos en que nos suban el precio. Cuando estás en la cadena de valor donde todos tus productos son de márgenes muy pequeños y te pasa algo así te metes en un precipicio. Nosotros nos hemos convertido en una máquina de perder dinero.

¿Compartiría con los lectores las cifras de facturación de la empresa cuando la compraron y las actuales?

Sin problema. Aquí no ha habido mucho cambio. No sufrimos un problema de consumo ni de que lleguen menos pedidos, sino de que estamos un poco pasados de personal. En 2019 la empresa facturó 39.455.000 euros; 35.416.000 en 2020 y 28.127.000 hasta octubre de este año.

A pesar de la delicada situación ¿se prevé un aumento del volumen de fabricación y facturación? 

En 2022 no. Hemos elaborado los presupuestos con los volúmenes que tenemos más o menos cerrados con Mercadona para este año. A partir de ahí, todo lo que venga será positivo. Sabemos que nuestro principal cliente cuenta con nosotros por lo menos durante 3 o 4 años, y eso ya es bastante. Tengo que fabricar unas 18.000 toneladas anuales y a partir de ahora lo debemos adaptar nuestros costes a lo que venga. Después empezar a crecer.

Prometieron mantener el convenio pero luego tuvieron la intención de modificarlo, ¿qué se ha pactado y por qué?

Por supuesto que vamos a cumplir con nuestras obligaciones y todo se queda como estaba. Hemos llegado a un acuerdo muy satisfactorio para ambas partes y solo se han propuesto 11 despidos voluntarios de empleados de mano de obra indirecta. Si nadie se quiere ir, se respetará. Además, los salarios se incrementarán un 2% en enero, tal y como se había pactado. 

Finalmente el ERTE se amplía hasta diciembre de 2023...

Hemos acordado una flexibilización del ERTE, que implica un ahorro económico porque se va a suprimir la bolsa de horas. Esta medida repercutirá para que se pueda utilizar mejor esta herramienta. Además se extenderá un año, hasta diciembre de 2023. Esa garantía de compromiso del empleo con esa compensación tan alta hace que la empresa utilice el Expediente de Regulación Temporal de Empleo porque despedir sale muy caro. A pesar de todo, seguiremos perdiendo dinero.

¿Qué planes de futuro tienen para la planta de Briviesca? 

Vamos a por todas y tomaremos las medidas necesarias para poder dar continuidad a la empresa. Hay que pasar el 2022 como sea. Nunca se ha hablado de medidas que nos pusieran en valores positivos, esto no hay matemática que lo arregle. La única manera de situar está empresa en beneficio es que baje el coste de las materias primas y la energía, vender productos de mayor valor añadido con mayores márgenes y buscar nuevos clientes.

Hablaron de invertir en modernizar las instalaciones de la capital burebana, ¿cuál es el plan de inversión previsto para la modernización de los procesos productivos? 

Tenemos que hacer inversiones para mejorar la planta, para cumplir con cualquier tema de seguridad y salud o de alguna petición del cliente. Son inversiones casi obligatorias. Y luego invertir para mejorar la eficiencia de los procesos, eso cuando dispongamos de dinero. Para situar a la fabrica en un estándar de seguridad adecuado disponemos de un presupuesto de más de un millón de euros. 

Ahora mismo no hay planes a corto plazo para meternos en progresar en la eficacia de los procesos porque esta inversión va ligada a menos personal. Existe un compromiso del mantenimiento del empleo que acabamos de cerrar hasta finales de 2023, y eso hace que cualquier inversión tenga que esperar. 

¿Cuentan con previsión de utilizar líneas de producción que actualmente permanecen paradas? 

Funcionan diez. Todo está encima de la mesa. Conocemos lo que la planta es capaz de hacer y si uno de esos desarrollos de nuevos productos encuentra un cliente se podrá abrir una línea. 

¿Dejarán de elaborar algún producto? 

Al contrario, intentamos ofrecer nuevos productos para salir de los que tenemos de bajo valor añadido y pequeños márgenes, pero no puedo adelantar más información. 

Actualmente, su único cliente es Mercadona, ¿hay intenciones de ampliar la cartera? 

Nuestra estrategia es variarla a través del mercado italiano con la incorporación del grupo Casalini, pero a medio plazo. Llegamos en julio y desde entonces solo gestionamos problemas. Nos hemos quedado sin tiempo y de lo que se trata es de no acabar en una situación peor, nuestras cuentas son de preconcurso pero los socios irán financiando el boquete. La situación financiera es bastante dramática. 

¿Han llegado a valorar deshacerse de la fábrica de Briviesca?

Por supuesto. Ha sido una batalla con varios frentes. Al final hemos conseguido hablar y garantizar la continuidad de la empresa en 2022.