Las médicas del futuro que crecen en Miranda

Ó.C.
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La ciudad acoge desde el 1 de junio a las MIR Marina Murarescu, Andrea Álvarez y Sheila Orive, que no se arrepienten de haber escogido el Hospital Santiago Apóstol

(De izq. a dcha.) Andrea Álvarez, Marina Murarescu y Sheila Orive. - Foto: Ó.C.

El camino para convertirse en médico está lleno de horas de estudio y muchos sacrificios. Marina Muradescu, Andrea Álvarez y Sheila Orive lo saben bien, pero ellas encaran la recta final de su formación. Las tres afrontan el proceso con la bata de Médico Interno Residente (MIR), que terminará con la elección de la especialidad para comenzar a ejercer. Para concluirlo pasarán cuatro años en contacto con pacientes y en su caso escogieron Miranda, donde llevan en sus puestos desde el 1 de junio.

Las tres tienen perfiles diferentes, pero no se arrepienten de la elección por Miranda. Hacer el MIR con la base del hospital comarcal les da la posibilidad «de ver más cosas», afirma Andrea, y Sheila matiza que «nos da más oportunidades porque al no haber residentes de otras especialidades van a contar más con nosotras».

En este sentido, aclaran que en centros más grandes compartirían casos con todas las especialidades. Ellas completan el MIR en la de medicina familiar y comunitaria, la única para la que está autorizado el Santiago Apóstol, por lo que «si hay algo de trauma nos va a avisar a nosotras», detalla Sheila, que agrega que en otro sitio llamarían a los residentes de esa especialidad y su perfil quedaría más relegado.

Otro de los puntos positivos que detectaron desde el primer momento fue el recibimiento. Miranda perdió la llegada de los MIR en 2017 y la recuperó en 2020. «Había muchas ganas de recibirnos para formarnos y nos han arropado desde los auxiliares, enfermeros, celadores o adjuntos... todos nos han acogido súper bien», ensalza Sheila. Marina coincide y bromea con que «en los meses que llevo he aprendido que las dos palabras mágicas son soy residente, porque con eso te abren todas las puertas porque nos tratan muy bien». Andrea también valora los primeros meses que han pasado en Atención Primaria y asume que «el recibimiento ha sido mejor de lo esperado, porque los profesionales en Miranda se implican muchísimo y son muy docentes». Entre las primeras lecciones, Marina destaca «las primeras guardias, en las que andas más perdida y en las que hemos rotado con enfermería, lo que ha sido la mejor forma de conocer el servicio y ubicarnos». 

Pero sobre todo destacan el contacto con el paciente «al que echábamos de menos», confiesa Andrea. «Afrontar un MIR son un mínimo de nueve meses estudiando doce horas diarias», indica Sheila, que asevera que eso «te da mucho conocimiento teórico pero luego tienes que integrarlo y aplicarlo en la práctica». Esa relación de momento la tienen «más que en otros sitios», apuesta Marina, que de nuevo indica que al ser un hospital comarcal «tienes un contacto muy cercano, por ejemplo con un duelo por una pérdida porque los libros no te enseñan eso». Ahí entra el tutor «que sabe guiarnos y así es como aprendes», agrega y las tres valoran la respuesta que tienen de los pacientes. 

Origen. Antes de llegar a la ciudad estaban en otros puntos del país. Marina, natural de Rumanía, lleva en Miranda desde 2017. En su caso, la elección de la ciudad tiene que ver con su vida personal. «Aquí han nacido mis hijas, por lo que tenía que elegir esto sí o sí, porque además conocía el hospital», aclara. Andrea estudió en Valencia «y estuve mirando opciones para acercarme a San Sebastián que es mi casa». Sheila nació en Miranda y estudió medicina entre Bilbao y Vitoria, pero «mi primera opción siempre ha sido venir». Aún así, admite que pensó en hacerlo en Vitoria «pero me llamaba mucho la atención hacerlo aquí, porque también me hablaron muy bien de los profesionales y las facilidades que daba Miranda». 

Todavía no saben dónde trabajarán. «Llevamos dos meses y estamos abriendo el cascarón», afirma Sheila, que habla de todo lo que tienen por delante antes de tener que decidir de nuevo.