Ucrania: en la distancia y en el corazón

R.P.B.
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La empresa de logística Joanca tiene desde hace años en su plantilla a siete conductores ucranianos. Dos de ellos, Maksym y Volodymyr, nos cuentan cómo están viviendo la invasión de su país

Maksym y Volodymyr posan frente a dos de los tráiler de la empresa en la que trabajan. - Foto: Alberto Rodrigo

La preocupación ensombrece el rostro rubicundo de Maksym cuando habla de sus padres, de su hermana, de sus amigos. Están allí, en el infierno en el que se ha convertido su país, invadido a sangre y fuego por Rusia. Hace unos pocos días bombardearon la torre de televisión de su ciudad, Rivne. Y día sí, día también, su gente tiene que refugiarse para poner a salvo su vida. Maksym es uno de los siete chóferes ucranianos que tiene la empresa logística burgalesa Joanca, ubicada en el polígono de Villalonquéjar. «Estoy muy preocupado. Me cuentan que hay madrugadas en las que suenan las alarmas y tienen que salir rápido hacia el refugio, donde se pasan horas. Están pasando mucho miedo. Cualquier momento puede ser el último de su vida». Él lleva media vida en España, donde vive con su mujer y sus dos hijas aquí nacidas, pero está desgarrado, roto de dolor. Dice que habla con su familia todos los días, que está permanentemente informado de la evolución de la guerra. Que al volante del camión que conduce por Europa no deja de escuchar las noticias. «No dejo de mirar las noticias por internet, no sé qué factura me va a llegar este mes...».

«En mi ciudad han muerto ya 23 personas. Y también han bombardeado el aeropuerto». Maksym tiene claro que el final del horror que está padeciendo su país pasa por el concurso de Estados Unidos y de la Unión Europea, porque está convencido de que Putin no va a ceder, no va a parar en su escalada sangrienta, no se va a detener hasta conseguir lo que desea. «Putin piensa que no es una guerra de Europa, pero sí que lo es. Su objetivo es reconstruir la Unión Soviética, el Imperio Ruso. Lo próximo será Lituania, Letonia y Estonia, y luego Polonia. Y después Moldavia, Georgia. Eso ya es la OTAN y todos estarán implicados». Dice Maksym que el dictador ruso pensaba que iba a ser una guerra relámpago, «pero ahora es una guerra. Y la guerra es muy cara. Por eso creo que una posible solución es meter sanciones y más sanciones a Rusia. Además, muchas empresas europeas se están yendo de allí. Las que se han quedado están financiando la invasión. Hay que meter presión, sanciones y sanciones. Sin dinero, no hay guerra», subraya.

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