Silencio a la sombra de la A-73

H. JIMÉNEZ
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Tras la apertura de 12 kilómetros de autovía, en la despejada travesía de Llanillo de Valdelucio se escucha de nuevo hasta el gallo, mientras el restaurante y la gasolinera de Fuencaliente han visto desplomarse su clientela

Silencio a la sombra de la A-73 - Foto: Luis López Araico

Carlos García, alcalde de Llanillo de Valdelucio, lo recuerda de cuando era niño. Hace muchos, muchos años, el camino que comunicaba Aguilar de Campoo con Burgos era poco más que una carretera comarcal por la que casi no circulaba nadie, porque Castilla y Cantabria se comunicaban mayoritariamente por el puerto del Escudo. Tan poco tráfico tenía la N-627 que «aquí jugaban a la tuta», explica señalando la travesía. Hoy podría pasar lo mismo. O casi.

La reciente apertura de un tramo de la A-73 entre las localidades de Pedrosa de Valdelucio y Báscones de Valdivia, ya en la provincia de Palencia, ha sacado de la espina dorsal de Llanillo alrededor de 3.000 vehículos, un tercio de ellos camiones. Y vaya si se nota. «Se escucha hasta el silencio», explica García. «Si alguno da una voz por ahí, se le oye; si el otro grita por allá, lo mismo». Hasta el gallo ha recuperado protagonismo con sus cantos matutinos, que ya no silencian los rugidos constantes de los vehículos pesados.

En Llanillo residen durante el invierno algo menos de 30 personas, todas ellas repartidas por el caserío que se extiende a lo largo de la N-627, y a todas les ha cambiado un poco la vida. Los niveles de ruido que soportan han descendido en picado, hasta un punto que el alcalde pedáneo se sigue sorprendiendo: «Es que hay demasiada tranquilidad, demasiado silencio. Durante los fines de semana del verano o los puentes esto era tremendo, pasaban coches y camiones constantemente, se hacía hasta caravana». Carlos lleva 6 años de alcalde, sabe que «con los del Ministerio de Fomento todo son papeles cada vez que quieres pedir o cambiar algo» y mientras relata esto, interpelado por el periodista que ha venido a preguntarle por los efectos de la nueva autovía, cae en la cuenta de que no tienen ni un solo paso de cebra en los más de 500 metros de travesía. Paradójicamente, ahora pueden caminarse por el centro de la calzada durante minutos enteros sin temor a un atropello.

Roberto, otro vecino de la localidad, es parco en palabras cual castellano recio aunque provenga de Santander, pero tiene claro que las autovías benefician a quienes circulan por ellas pero perjudican de forma muy seria a los municipios que deja a un lado. «Estos pueblos sin carretera están muertos. Nada más que se fije. No se ve a nadie. Antes por lo menos venía un camión, un coche, paraba…».

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