Batutas de la 'pequeña' Historia

ALMUDENA SANZ
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La casualidad llevó a Ronco Teatro a la coordinación de las representaciones populares en los pueblos. Han pasado casi 20 años y Ana y Andrés García gozan cada verano un poco más en su gira por la provincia

Andrés y Ana García eligieron la Casa del Cordón para retratarse por su peso histórico. - Foto: Patricia

Una llamada de teléfono abrió la puerta de la Historia a Ronco Teatro. Andrés García descolgó. Al aparato, Carlos Lozano, director de Actividades Culturales de la Universidad de Burgos. Avisaba de que le habían preguntado por compañías que pudieran hacerse cargo de una representación teatral con motivo del milenario de los Monteros de Espinosa. Había compartido varios contactos, entre ellos, el suyo. El año 2005 daba sus últimos coletazos. Y en verano de 2006, Ana y Andrés García asistían entre cajas a la escenificación de este momento por parte de los vecinos de Espinosa de los Monteros

Ambos se sorprenden de que ya hayan pasado casi 20 años desde entonces. «Recuerdo aquella llamada como si fuera hoy. Nosotros nunca habíamos hecho nada parecido, pero dijimos 'venga, vamos a ver qué sale'», anota divertido Andrés. Y salió muy bien. Después de aquel estreno, otros municipios marcaron su número. Santa María del Campo, Aranda de Duero, Olmillos de Sasamón, Quintanapalla, Presencio, Montorio, Sargentes de la Lora... Su último reto: recuperar el traslado de la capital de Las Merindades a Villarcayo. La cita, el sábado 27 de agosto. 

La fórmula siempre se repite. Un ayuntamiento, una asociación, o ambos, se propone revivir un ilustre pasaje de la historia de la localidad. Quieren hacerlo con la implicación de los vecinos, pero necesitan a alguien que ponga orden. Y contactan con la compañía, que ya se ha hecho un nombre en estas lides. Cada plaza tiene sus particularidades, pero, grosso modo, los García se encargan de todo el proceso, desde el guion hasta la puesta en escena. Brujulean en archivos, escriben el texto (en ocasiones se basan en algunos ya hechos), forman a los actores, reparten papeles, ensayan, miman vestuario, buscan atrezo, preparan la tramoya, dirigen, desatascan y animan a los intrépidos vecinos en los momentos críticos. Una pareja orquesta. Siempre con la inestimable entrega de los voluntarios que se apuntan a la singladura. 

«La primera vez que vas ninguno quiere texto, todos se piden ser figurantes o, como mucho, decir una frasecita», expone con una sonrisa Ana. Al final, siempre se anima alguno. A otros los empujan (a veces hasta han asaltado a un incauto en una terraza mientras tomaba una cerveza). Con esos que levantan la mano para ser actores hacen un taller formativo. «Para conocernos, ver sus inquietudes, cómo se desenvuelven y quiénes podrán defender un personaje. Lo primero que les decimos es que se lo tienen que pasar bien y disfrutarlo», enfatiza la señora García. 

Aquella primera vez estableció un vínculo muy especial con Espinosa de los Monteros. Solo han faltado a la cita en 2020 por la pandemia. En 2021 volvieron a la carga, con algunos cambios para garantizar la seguridad, como sacarlo de la iglesia de Santa Cecilia, su escenario habitual. Este proyecto sembró un amor por el teatro en la localidad espinosiega del que nació un grupo, La Garguilla, que mantiene el pálpito de las artes escénicas todo el año. 

La puerta a la Historia se había abierto para Ronco y, lejos de cerrarse, la conduce por nuevos vericuetos del pasado burgalés. 

El camino que emprendió Juana I de Castilla, Juana La Loca, desde Burgos a Granada con el féretro de su esposo, Felipe El Hermoso, los guio hasta Santa María del Campo al verano siguiente. Acompañaron su paso hasta 2018. En 2019, se volvieron a coger del brazo de este famoso personaje en el vecino Presencio, por donde también paseó su supuesta locura. Allí, de momento, tampoco se ha reanudado. 

«Estos proyectos tienen una inercia, mueven a mucha gente, y volver a arrancar si se para es muy complicado», defienden. 

Otra que se quedó en la cuneta fue la representación del Concilio de Aranda de 1473. Ronco cogió el testigo de la recreación de este episodio histórico para estrenar la versión escrita por Carlos Contreras Elvira y Félix Estaire, por encargo del Ayuntamiento y del Instituto de la Lengua. 

«Este texto tenía más que ver con nuestra forma de hacer teatro porque era una versión más popular, hablaba sobre cómo pudo influir esa celebración en la vida de los arandinos», evoca Andrés y desvela Ana que siempre les gusta jugar con el pensamiento del pueblo llano en medio de la visita de tanta nobleza, realeza y tropa religiosa. Y, especialmente, dar voz a la mujer. 

El planteamiento cambia en cada lugar. Actores de grupos de la comarca ribereña vistieron terciopelos, harapos y sotanas en esta ocasión junto a otros muchos figurantes vírgenes. Recuerdan unas noches espectaculares a orillas del Duero. Todo era más profesional. Y lo disfrutaron igual. El objetivo siempre es el mismo. 

«Hacemos representaciones para 'vender' la historia de la localidad que nos contrata», resume Andrés y se apresura a enfatizar Ana: «Pero también hay una parte lúdica. Entendemos que el público se tiene que llevar información histórica, pero, sobre todo, pasar un rato entretenido. Al final, hacemos teatro». 

Y embarcarse en esta aventura de hacer teatro para muchos vecinos ha sido todo un hallazgo. «Aunque en el momento de la verdad tienen instantes de gran tensión y nervios, muchos reconocen que lo pasan muy bien», ilustra Ana y advierte que han descubierto «actores brutales, con un potencial tremendo». 

Muchos dibujan un oh de sorpresa en sus propios vecinos. Ni se imaginaban que este se fuera a atrever ni que aquel bordara de aquella manera el papel. A veces, el asombro es colectivo. Los oriundos miran a los directores de Ronco Teatro como si fueran marcianos cuando los comunican que serán ellos los protagonistas en la recreación de su propio pasado. 

Ocurrió en Olmillos de Sasamón, donde viajan hasta el conflicto entre los pueblos celtas asentados en la zona y los romanos, o en Quintanapalla, donde se perfila la boda entre Carlos II y Beatriz de Orleans. En ambas tomaron las riendas de unas conmemoraciones con una trayectoria ya consolidada, al mando de otros colegas suyos. 

Esta ambiciosa expedición histórica obliga a Ana y Andrés García a ser más precisos que una calculadora a la hora de diseñar su plan de trabajo. Mueven a cientos de actores aficionados, desde bebés a ancianos, tienen que cuadrar todas esas agendas laborales y familiares, resolver imprevistos de última hora y crisis creativas, que haberlas haylas.

Ahora mismo pedalean contrarreloj en la escenificación del traslado de la capitalidad de Las Merindades a Villarcayo. Un pueblo más en su mochila. 

Con todos han emprendido un camino insospechado, que los ha salvado de la incertidumbre del sector de las artes escénicas acentuada por la pandemia. «Para nosotros es una parte muy, muy importante de nuestra economía, aunque se concentre mucho en unas fechas, en verano, que es donde hay más actividad en la provincia», admite la pareja sin dejar de poner a la misma altura del tema pecuniario la satisfacción personal y el contacto con la gente. Un roce tan intenso que cuando se termina deja un vacío inmenso. Solo hasta el próximo verano.