Ju. juega al teléfono escacharrado

ALMUDENA SANZ
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El grupo de música de la burgalesa Bárbara Bañuelos participa en el proyecto de arte 'Telephone', una cadena que ha enlazado a 900 creadores de distintas disciplinas de 72 países

Bárbara Bañuelos y Javier Espada son los dos miembros visibles de Ju., un proyecto musical nacido en 2014, siempre con la inquietud de explorar nuevos caminos.

El teléfono escacharrado salvaba largas tardes de verano y cortos recreos en invierno. Siempre acababa en risas. Daba lo mismo si la cadena era de cuatro o doce. ¿Qué hubiera ocurrido si al hilo se suman 900 de 72 países diferentes? ¿Y si en vez de chavales fueran escritores, fotógrafos, ilustradores, coreógrafos...? Esa es la propuesta de Telephone, un proyecto internacional en el que ha intervenido Ju., el grupo musical que la polifacética creadora burgalesa Bárbara Bañuelos comparte con Javier Espada y Ernesto Zoko.

Su aportación ha sido una nueva canción, Escucha y arde, compuesta a partir del texto literario de la escritora portorriqueña Aurora Levins Morales y de una fotografía de la escocesa Eva Wang. Su tema viajó hasta París, donde la francesa Audrey Roue lo convirtió en ilustración. «A mí me gustó. La sensación que me transmitió cuando la vi sí me hizo sentir que percibió lo que yo quería transmitir y los sentimientos que tenía cuando la canté», traza Bañuelos al tiempo que Espada advierte que el experimento de traducir, entre comillas, sus canciones a ilustraciones ya lo hicieron en su segundo trabajo, Todo y la cabeza.

Esta pieza es, además, una de las 77 escogidas de todas las alumbradas por Telephone para una antología que sacará el sello discográfico Ball of wax, con sede en Seattle. Se estrenará en las plataformas digitales este viernes.

Precisamente fue esta firma norteamericana, con la que ya han colaborado en anteriores discos temáticos, desde donde les llegó la información. Los interesó, se apuntaron y un día se encontraron con un escritor y una fotógrafa susurrándolos al oído. «Es sorprendente. Te tienes que poner a crear sobre algo que tú no habías pensado. Se suponía que esas dos personas nos estaban transmitiendo algo con ese texto y esa foto», comentan.

Debían interpretarlo y pasárselo a un tercero. Se empaparon de ambas creaciones, extrajeron las palabras, las sensaciones que les producían, las imágenes poéticas, por separado y en común, hasta que lo tuvieron en su terreno. «Es un juego reto. A cada uno nos despertaba cosas diferentes. Se trata de sintetizar y hacer propio eso que, a primera vista, no es ni tu lenguaje ni tu contexto. Fueron capas. Primero la síntesis, generar un ambiente, buscar la sonoridad y empezar a jugar con las palabras, la musicalidad...», recuerdan y, aseguran, se han divertido, pero también han sentido la tiranía del tictac del reloj sobre su cabeza.

Contaban con 15 días para susurrar al oído a la siguiente artista. «Ese tiempo limita, constriñe, te pone un poco nervioso, pero te da un estrés positivo porque a veces cuando compones derivas tanto que puede ser infinito. Activa mecanismos que son divertidos, te hace buscar herramientas diferentes a tu forma habitual de crear, siempre te desplaza a otro sitio», detallan encantados de haber sido un eslabón de esta creativa cadena que finalizó hace unas semanas en Hong Kong (China), con una canción de Priscila Chu, tras un año dibujando conexiones en todo el mundo.