El HUBU tiene 2 días de autonomía energética si hay un apagón

GADEA G. UBIERNA
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El hospital es una infraestructura crítica, por lo que está preparada para tiempos convulsos: puede producir energía eléctrica en sus instalaciones y también tiene capacidad para generar calor sin necesidad de comprar gas

Si fallan las dos líneas de suministro de alta tensión, hay cuatro grupos electrógenos -unos motores gigantes- que funcionan con gasóleo y permiten que el hospital genere electricidad en sus instalaciones. - Foto: Jesús J. Matías

Si algún día llegara a producirse en Burgos el 'gran apagón', la ausencia total de suministro eléctrico, quienes estén en un quirófano del HUBU no se darían cuenta. Tampoco se enterarían los pacientes y trabajadores de la UCI, los enfermos conectados a un puesto de diálisis o la plantilla de buena parte de los laboratorios; la actividad en estas zonas podría mantenerse con toda normalidad porque disponen de una protección 'extra' frente a cortes de luz, que se suma a la general del hospital y que, como infraestructura crítica que es, garantiza plena autonomía para dos días.

El porqué lo explica con pasión Manuel Álvarez, el director de Infraestructuras en Eficanza, que es la empresa propietaria -y responsable- del edificio y del contenido del HUBU hasta el final de la concesión con Sacyl (en 2035). En general, los denominados «sistemas de redundancia» se diseñaron y planificaron a la vez que todo el inmueble, pero la concesionaria ha reforzado elementos «estratégicos» y modificado los automatismos de algunos otros para asegurar que, si hay necesidad, todo funcionará correctamente. Y, en el caso de la electricidad, que es la fuente de energía a la que el HUBU es más sensible, se sabe que funciona porque se comprueba con simulacros todos los años.

En condiciones normales, el HUBU compra energía eléctrica en alta tensión (a 45.000 kilovatios) y la transforma; primero a media tensión (13.200 kilovatios) y, después, a baja (380 kilovatios en corriente alterna), que es la que se distribuye por el hospital. Para ello, se sirve de dos líneas y por experiencia se sabe que si hay corte en una, el sistema permite el cambio de forma automática a la otra. 

En un apagón general esta opción quedaría inutilizada, pero las áreas más delicadas del hospital no lo sufrirían porque, también de forma automática, podrían seguir trabajando con Sistemas de Alimentación Ininterrumpida (SAI). «Son baterías grandes con electrónica, que siempre están conectadas y que, en caso de corte, se quedarían solas trabajando», apunta Álvarez, detallando que en el hospital hay 92 'pilas' de estas características y que, como la batería de un portátil o la de un móvil, si no reciben alimentación de la red tienen una duración limitada. «De unas dos horas», estima. 

Ese margen temporal es insuficiente para garantizar la actividad convencional en todo el hospital -solo lo haría en las zonas críticas-, pero bastante para permitir con holgura que se ponga en marcha el siguiente recurso de emergencia: los cuatro grupos electrógenos. «Con los SAI damos energía a todos los quirófanos, a la UCI, a la diálisis, a la parte informática, laboratorios, algunos congeladores... Pero sin conexión a la red no habría luz en las consultas o en pruebas diagnósticas con tal consumo que no tiene sentido conectar un sistema de alimentación ininterrumpida», dice Álvarez, en alusión a los escáneres (TAC) o al PET-TAC. 

Por eso, en un apagón prolongado, mientras los SAI dan continuidad, habría que subir un peldaño en los sistemas de emergencia y recurrir a los cuatro grupos electrógenos que permiten al HUBU generar electricidad «sine die». Eso sí, siempre que haya disponibilidad de gasóleo. El porqué está en que estos motores gigantes se alimentan de unos tanques de diésel de 1.000 litros para generar entre 1.500 y 1.700 kilovatios cada uno. «La potencia máxima consumida en el hospital en un solo instante fue de 5.000 kilovatios, por lo que tienen capacidad suficiente para abastecer a todo el hospital indefinidamente», dice Álvarez, junto al ingeniero David Gutiérrez. 

Si hiciera falta más combustible fósil, el HUBU podría tirar de los dos depósitos de reserva de gasóleo que están enterrados, cada uno con una capacidad de 50.000 kilos. «Con esto habría para cubrir las necesidades de dos días», cuentan, recalcando que, «en condiciones normales, el suministro de combustible en Burgos es muy ágil: te sirven en el día». De mantenerse tal cual, volverían a llenar tanques y depósitos y los cuatro motores estarían generando energía de nuevo en un tiempo de entre 20 y 50 segundos. «En abstracto parece nada, pero en un quirófano o cuando se está usando un respirador es mucho», añaden, para evidenciar la importancia de los SAI.

Sin embargo, Álvarez añade que los ingenieros del hospital contemplaron la posibilidad de que los grupos electrógenos fallen. «No ha ocurrido y esperemos que no suceda, porque un corte de luz tiene muchas derivadas», afirman los dos expertos, mientras explican que, si se diera ese supuesto extremo, habría que servirse del último as del HUBU. «Los ingenieros crearon un acceso a unos carros carrozados, unos generadores eléctricos portátiles que podríamos enchufar a cada uno de los cuatro centros de transformación del hospital para que produjeran electricidad», dicen, subrayando que «nunca se han usado», pero al principio de la pandemia llegaron a prepararse.

Gases y agua. La electricidad es, quizá, la energía más vital en el hospital, que también está preparado para generar agua caliente sanitaria y para la calefacción sin necesidad de gas, pero sí de gasóleo. La clave está, de nuevo, en los dos tanques de 50.000 kilos soterrados, que pueden alimentar a las seis calderas, que son duales. «Esto quiere decir que funcionan con gasóleo o con gas y tienen capacidad más que de sobra para el HUBU», dice Álvarez, añadiendo que, en un día de invierno, «funcionamos con cuatro como mucho, y al 50%». Si usaran todas, tendrían autonomía para tres días de invierno burgalés.

La independencia del gas ya la han constatado porque, dado el precio que llegó a alcanzar en el primer semestre de este año, han generado calor «durante bastante tiempo» con sus reservas de diésel.

En cuanto a los gases medicinales, fuentes oficiales detallan que hay tres fuentes de suministro distintas para cada uno: oxígeno, protóxido de nitrógeno, dióxido de carbono y aire medicinal. Este último se produce en el propio hospital, utilizando un equipo que mezcla oxígeno y nitrógeno. Pero, llegado el caso, también podría generarse con aire ambiental del exterior, mediante un proceso de «filtrado, secado y compresión».

Y para el agua, hay tres aljibes con capacidad para un día y medio de actividad convencional.