«Estuve a punto de besar el suelo al aterrizar en Madrid»

C.P.
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Rodrigo Hernando estuvo 20 días atrapado en Irán. No podía quedarse, pero tampoco le dejaban salir. Este burgalés vivió una auténtica odisea para abandonar el país persa una vez concluido su trabajo como segundo entrenador del Masjed Soleyman FC

Rodrigo Hernando, de pie el segundo por la derecha.

Rodrigo Hernando no rehuye la aventura ni le asustan los desafíos internacionales. Este entrenador burgalés ha estado en algunas ligas tan exóticas como la de Mongolia, Emiratos Árabes Unidos o Irán. Esta última experiencia le llevó el pasado mes de octubre hasta la localidad de Masjed Soleyman, una ciudad de 130.000 habitantes en el este del país. Allí ejerció con normalidad como segundo entrenador hasta el 21 de diciembre, pero cuando trató de regresar a España una vez concluido su trabajo se quedó atrapado entre la tediosa burocracia iraní. Veinte días surrealistas en los que no encontró la manera de volver a casa. 

Todo empezó en verano. Rodrigo recibió una llamada de su representante con la posibilidad de fichar como segundo entrenador por el  Naft Masjed Soleyman FC de Primera División. No se lo pensó y, aunque las gestiones se demoraron bastante, aterrizó en el país persa a mediados de octubre. «Me apetecía la experiencia porque es una de las ligas más potentes de  Asia», cuenta.

Con las negociaciones muy avanzadas, se produjeron una oleada de protestas en Irán que coparon los noticieros de todo el mundo. El pueblo iraní, con las mujeres al frente, salieron a la calle para protestar contra el régimen, un escenario que inquietó a Rodrigo en un primer momento, aunque no le hizo replantearse su fichaje. «Hablé con españoles que habían pasado por allí y me dijeron que era algo habitual.  Si no vas a buscar los lugares de las protestas no hay ningún problema. Te metes en la vorágine del fútbol y a veces ni te enteras», relata este burgalés, que esta vez viajó sin su mujer ni sus hijos.

Fueron las Navidades más raras de mi vida. El momento más duro fue no llegar a la noche de Reyes con mis dos hijos pequeños»

Una vez en Masjed Soleyman, se centró en el fútbol. Allí, gozaba de la total confianza del técnico y se encargaba de dirigir muchos entrenamientos durante la semana. «Es un fútbol absolutamente profesional. Yo tenía dos ayudantes, un analista, preparador físico, doctor, tres fisioterapeutas... El fútbol allí es una locura. Éramos un equipo muy pequeño, pero la gente se paraba a hacerse fotos en el aeropuerto, todos los partidos son retransmitidos por la televisión en abierto...», recuerda Hernando, que lamenta que no haber podido ver los estadios llenos por una prohibición gubernamental. «Vetaron la entrada de público por las revueltas», apunta.

Todo iba según lo previsto hasta que a mediados de diciembre se gesta un cambio de propiedad en el club y llega un nuevo entrenador. En el nuevo cuerpo técnico, nadie hablaba inglés, así que el idioma resultó una barrera insalvable para el burgalés. «Llegamos a un acuerdo para rescisión de contrato. Las dos partes entendimos que no tenía sentido que siguiera allí», comenta.

Entonces, lo que parecía un mero trámite para salir del país se convierte en una auténtica odisea de 20 días. Todo lo que podía salir mal salió mal. El 21 de diciembre sabe que no seguirá en el club y habla con la embajada española para comenzar las gestiones un día más tarde. No encuentra respuesta y contacta con el número de emergencia consular, que se pone al corriente de la situación. «Todavía no sabía los problemas que me esperaban, además no tenía prisa porque no cerré la rescisión del contrato no hasta el día de Navidad. Ahí empieza todo», cuenta.

Irán es un país seguro. Si no vas a los lugares de las protestas, no hay ningún problema»

El 26 de diciembre Hernando descubre que está en «un limbo burocrático». Su visado de residencia, que estaba en trámite, queda suspendido al finalizar el contrato y, por tanto, el número de DNI extranjero que necesitaba para pagar los impuestos correspondientes a su actividad no existe. «Nunca llegué a tener ese número y me pedían que pagara para salir de Irán, pero no podía abonarlo en 'hacienda'», recuerda con resignación.

Esa fue la primera complicación porque después llegaron muchas más. Al no finalizar el proceso de visado, las autoridades iraníes consideraron que estaba con la visa de turista de 30 días. «Ya se me había pasado ese plazo, así que me empezaron a multar por cada día que me había excedido», señala.

De locos. No podía estar, pero tampoco podía salir. Entonces, se cogió un avión, contrató a un traductor y se fue a Teherán para intentar salir del embrollo. «Me di cuenta de que estaba solo». Una sensación que se agudizó cuando tuvo que pasar el día de Nochevieja solo en un hotel de la capital iraní.

Con el inicio del año, llegó una magnífica noticia que luego resultó ser un chasco. En la oficina del inmigración le dijeron que podía abandonar el país, así que compró un vuelo y se presentó en el aeropuerto. «Cuando ya estoy en el control de aduanas me dicen que no puedo salir, que tengo pendientes unos impuestos y que debo pagarlos en otra oficina. Fue el momento más duro porque ya veo que no llego para la noche de Reyes con mis dos hijos pequeños».

El fútbol allí es una locura. Éramos un equipo pequeño y la gente se paraba a sacarse fotos en los aeropuertos»

Días después, consigue pagar la multa de 60 euros por haberse excedido y logra una extensión del visado de 10 días. «Al final, pude conseguir el código para pagar las tasas, aunque tuve que volver a la región donde trabajé, que está a 800 kilómetros de Teherán, para coger un documento de salida. Además, tuve que pagar a alguien para que me lo agilizara».

El 9 de enero, sin tenerlas todas consigo en el aeropuerto, consigue salir de Irán y llegar a España previa escala en Emiratos Árabes Unidos. «Cuando llegué a Dubai ya sentí un alivio. Después, estuve a punto de besar el suelo al aterrizar en Madrid», cuenta entre risas de alivio.

Durante todo ese proceso, asegura que nunca corrió ningún peligro, ya que, a pesar del ambiente crispado que vive Irán estos días, «es un país completamente seguro». Eso no quita para que la sensación de impotencia y desesperación fuese terrible. «Eran fechas muy señaladas y es una pena. Fueron las navidades más raras de mi vida», lamenta.

Desde su casa de Azagra (Navarra), donde vive con su mujer y sus hijos, Hernando echa la vista atrás y cree que tuvo «mala suerte». Ya está pensando en su siguiente aventura porque quiere volver a entrenar cuanto antes, aunque tiene claro que «el próximo destino no será Irán».

Llegó una nueva propiedad al club y nadie hablaba inglés. No tenía sentido continuar en el equipo»