«Pedían ver a sus difuntos y era duro decirles que no»

FERNÁN LABAJO
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Desde este lunes se permite que acudan a los entierros hasta 15 personas. Sepultureros y empleados de funerarias aún se conmueven al recordar escenas vividas en los últimos meses. El cementerio abrirá al público pasado mañana

Los sepultureros van equipados con trajes protectores durante los entierros. - Foto: Valdivielso

Si ya entrar en un cementerio a despedir a un familiar o a un amigo es uno de los momentos más duros que experimenta el ser humano, estar pendiente de que los que acompañan al difunto no superan la quincena lo hace todo más difícil. Hay que contar para poder decir adiós. Solo hay algo peor que eso: saber de antemano que ni siquiera vas a tener la oportunidad de hacerlo. Conmueve ver cómo los seres queridos ven el vaso medio lleno porque desde hace unos días, por lo menos, pueden ver el entierro. Hasta hace no mucho, solo entraban en el campo santo tres personas y bajo unas medidas de seguridad impropias para un momento así. Esta es, probablemente, una de las consecuencias más tristes que deja la pandemia y que pocos podrán olvidar. El fin de este calvario está un poco más cerca porque a partir del lunes estos lugares estarán abiertos al público y las lápidas volverán a tener flores. Pero el recuerdo perdurará mucho tiempo, sobre todo en aquellos que lo vivieron en primera persona. 

«Se han vivido momentos terribles, dramáticos. Había familias numerosas, de cuatro o cinco hijos, a las que tenías que explicarles que no podían. Es difícil de describir con palabras», reconoce Alfonso Martínez, gerente de la Funeraria San José. Los funerales eran cortos, muy íntimos y, lo más chocante, fríos. Era necesario mantener unas distancias entre los que acudían a los sepelios, aunque a veces era inevitable algún que otro abrazo. «¿Cómo le dices a alguien que eso no se puede hacer en un momento tan duro?», se pregunta de manera retórica. 

Esta semana las cosas han cambiado, pero la última despedida sigue siendo muy diferente a antes de que llegase el coronavirus. Aún se mantienen las distancias sociales, el tiempo de estancia también es inferior y todos deben llevar mascarilla, pero ya se permite que acudan más personas tanto a las salas como a la capilla. Circunstancias, todas, que siguen siendo «muy diferentes», observa Martínez, que augura que, como en otros aspectos cotidianos, los funerales cambiarán. 

En el cementerio de San José también empiezan a recuperar la normalidad tras dos meses que el responsable, Saturnino Pérez, describe como «durísimos», en los que ha vivido los «momentos más tristes en 40 años de profesión». Lo peor fue en Semana Santa y los días previos. Llegaron a tener una media de cinco entierros cada jornada y la falta de personal, pues debían hacer turnos minoritarios para evitar contagios en la plantilla, les hizo trabajar a destajo. 

Los sepelios ya no sobrecogen tanto como hace unas semanas. Al campo santo solo entraban tres personas como máximo para desesperación de muchas familias numerosas a las que ni siquiera se les permitía tener una última imagen de sus difuntos. Un empleado de San José relata episodios en los que los seres queridos pedían abrir las bolsas en las que venían cubiertos algunos de los fallecidos con el virus: «Era muy duro decirles que no. Hubo un caso en el que había comprado un ataúd transparente pero las fundas no le permitían verlo. Chocaba ver su desesperación». 

Saturnino Pérez relata que aún tienen que seguir muy pendientes de que no se superen las 15 personas permitidas desde el pasado lunes. En ocasiones se han llegado a presentar 30, porque es el número que puede asistir a los funerales fuera del cementerio. No obstante, las despedidas se celebran bajo unas férreas medidas de separación y seguridad que nadie está eludiendo. 

San José también ha recibido a lo largo de los últimos días numerosas visitas de personas que no iban a ningún entierro -aunque a veces se han intentado colar aprovechando la coyuntura-, sino que lo hacían para preguntar si se les permitía llevar flores a sus difuntos dada la felxibilización de las restricciones de movilidad. «Recibimos llamadas constantemente consultándonos si podían venir. El día de la madre fue una barbaridad», recuerda Pérez. 

El cementerio abrirá sus puertas al público general a partir de pasado mañana, cuando la provincia entre ya en la fase 1 de la desescalda. Para evitar colapsos y aglomeraciones, el Ayuntamiento ha preparado un protocolo y ha habilitado una zona de entrada (la puerta principal) y de salida, que será por la parte de la ampliación.