Una de las cosas más bonitas de esta profesión nuestra es que nunca sabes qué temas pueden caer en tus manos o sobre qué te va a tocar leer (y escribir). Hay muchos asuntos que desaparecen de la memoria, pero otros se quedan días a la deriva en el subconsciente hasta que deciden salir para darles otra vuelta. Pues bien, eso me ha sucedido después de saber que España fue uno de los últimos países en abolir la esclavitud. ¿Cómo se queda?

Lo cierto es que no hace tanto de esto si lo simplificamos un poco temporalmente porque significa que el país en el que vivieron nuestros abuelos o bisabuelos estaba permitida la esclavitud. Bien, ahora entran en juego los matices porque en la península no se practicaba desde 1817, cuando Fernando VII la prohibió presionado por el Gobierno británico, pero sí se comerciaba y explotaba a personas allende los mares. Las colonias americanas tuvieron que esperar hasta 1870 para tener una ley que la erradicara, que no llegó hasta el 73 a Puerto Rico y hasta el 86 a Cuba, donde negros procedentes de Guinea trabajaban de sol a sol en las plantaciones de tabaco, azúcar y algodón.

No pretendo con esto añadir leña al revisionismo histórico que clama por cargar hoy con la culpa de la mala praxis de nuestros ancestros. La esclavitud está en nuestro pasado. Ha sido uno de los tantos horrores de la Historia, pero es que también está en nuestro presente y contra eso sí se puede luchar. La trata de mujeres, la explotación laboral, la inmigración ilegal... ¿no son estas otras formas de esclavitud? Desde que empezó 2021 hasta ahora más de 1.500 personas han perdido la vida intentando llegar a España por la ruta canaria. ¿No son esas barcazas gestionadas por mafias comparables a aquellos barcos de negreros que llegaban a América? ¿No son esos hombres esclavos de su esperanza de libertad? Lo canta Andrés Calamaro: Oímos hablar de la hermana más hermosa, que se busca y no se puede encontrar... La libertad.