La represión que atacó al ferrocarril

ARSENIO BESGA
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Decenas de mirandeses perdieron su empleo en la estación por oponerse al golpe de Estado de 1936. Miguel Muñoz presenta 'Ochocientos Brazos', una obra sobre el movimiento obrero en el franquismo

Imagen cedida por Miguel Muñoz de la estación de Miranda a comienzos del siglo XX.

La represión sufrida durante el golpe de estado de 1936, y en los años posteriores, alcanzó a prácticamente todos los estratos de la sociedad a lo largo y ancho del país. Multitud de centros de trabajo vieron como sus plantillas se mermaban a causa de juicios políticos y decisiones militares. En Miranda se conocen cientos de casos de afectados por la dictadura franquista, sin embargo, existe un gran olvidado: el ferrocarril. Como recuerda Miguel Muñoz en su obra Ochocientos Brazos, maquinistas, taquilleros y obreros vinculados al mundo del tren recibieron un duro golpe puesto que mayoritariamente se oponían al bando sublevado y «era un colectivo que se había movilizado mucho durante la República». Este hecho se extendió por todo el mapa, pero, según reconoce el propio autor, la ciudad del Ebro se alza como un buen reflejo del contexto global.

«Por la información que tenemos, fue depurada prácticamente toda la plantilla», explica Muñoz, quien presentará en la Casa de Cultura esta tarde, a las 19:30 horas, su última obra. «No sabemos exactamente el número de trabajadores en Miranda, aunque habría en torno a 800, porque había dos depósitos, uno de vapor y uno eléctrico, y cada uno de ellos tenía sus talleres», explica. Según dice, los empleados del sector del ferrocarril «fueron obligados a pasar un proceso judicial y demostrar que no eran culpables del golpe de estado de febrero de 1936 o de no haberse opuesto al golpe de estado franquista». El resultado de tales procedimientos hizo que en torno al 20% de los expedientados recibieran un castigo.

«La mayoría fueron sancionados con el despido, Prácticamente la totalidad», remarca Muñoz. Entre ellos, la peor parte de la dura represión franquista cayó sobre los más débiles. «Muchísimos eran trabajadores sin cualificar, es decir, mozos, obreros y peones», reflexiona el autor. Según argumenta, el bando sublevado tomó esta decisión porque «eran más fáciles de sustituir».

Pese a ello, en la estación de Miranda ningún estrato quedó libre del yugo franquista. «Los maquinistas y los fogoneros también tienen una importante presencia en los depurados», rememora el historiador. Conforme a su descripción, «incluso los factores, que venden billetes o controlan el tráfico, también los sufrieron». Ahora bien, al mismo tiempo insiste en que aproximadamente la mitad de las personas expedientadas pertenecían al colectivo de trabajadores rasos, como «mozos, obreros y peones». De esa manera, hubo «unos 59 maquinistas, 80 fogoneros y factores 35» que se sometieron a los juicios políticos. 

Miguel Muñoz acumula cerca de una década investigando en archivos documentales, tanto nacionales como internacionales, y dice que «por lo que he estado leyendo, los golpistas eran conocedores de que la inmensa mayoría de trabajadores del ferrocarril eran hostiles al golpe de estado». Sin embargo, el bando sublevado entendió rápidamente que «no los podían sustituir», por lo que mantuvo a bastantes operarios. No obstante, las hordas franquistas pretendían limitar el «movimiento obrero» y, para debilitarlo, «persiguieron a los dirigentes sindicales».

En resumidas cuentas, «en Miranda ocurrió lo mismo que en el resto de sitios, el patrón de funcionamiento fue el mismo». Sin embargo, la trascendencia que tenía, tiene y tendrá el sector ferroviario en la ciudad hizo que el efecto de la represión tomara cotas muy elevadas.

En este sentido, el creador de Ochocientos Brazos comenta que «el general Mola dirigió el golpe en esta zona y consideraba que el ferrocarril era un nudo de comunicaciones importante y le dio una gran importancia a su control». Con lo cual, y como «tomaron Miranda muy pronto», se encargaron de «llevar a cabo una represión casi inmediata contra los trabajadores».