Un 40% de catedráticas sitúa a la UBU con la mejor ratio

ANGÉLICA GONZÁLEZ
-

Desde el año 2016 se mantiene a la cabeza de las universidades del país -en relación con su tamaño- en el número de mujeres que han llegado a lo más alto del escalafón académico

Imagen de archivo de una clase en la UBU impartida por una mujer ante un alumnado exclusivamente femenino. - Foto: Alberto Rodrigo

Que las mujeres son mayoría en buena parte de los grados universitarios (con las excepción, aún, de algunas carreras científicas y tecnológicas) ya no es ninguna noticia. Pero en el ámbito de los estudios superiores aún ocurre como en otros tantos de la sociedad: las féminas ocupan buena parte de las zonas 'bajas' y van desapareciendo conforme se sube en el escalafón, por lo que, en este caso, el número de catedráticas es aún significativamente inferior que el de varones que alcanzan esta categoría profesional universitaria. En 2016 la Universidad de Burgos (UBU) se puso a la cabeza a nivel nacional en cuanto al ratio de mujeres catedráticas. Así se reflejó entonces en el Anuario de Indicadores Universitario del Ministerio de Educación, ya que las mujeres llegaron a ser 11 frente a 23 hombres lo que supuso llegar a un 32%. Al año siguiente se incrementó dos puntos este porcentaje con la incorporación de 19 más, 13 hombres y 6 mujeres. Ahora, cuando se inicie dentro de un mes el curso académico 2022-2023 la cifra alcanzará el 40% de mujeres (ahora hay  25 frente a 41 hombres) cuando se incorporen las últimas que han tomado posesión o están a punto de hacerlo.

Una de ellas, que lo hizo el pasado mes de julio, es Isabel Menéndez Menéndez, que pasa a ser, así, la primera catedrática del área de Comunicación Audiovisual: «La cifra alcanzada por la UBU es buenísima y nos tenemos que alegrar porque tiene una ratio superior a la que suele haber pero, desde luego, sigue estando por debajo de lo que las mujeres deberían ocupar dada la presencia que tienen en la universidad». 

Su trayectoria académica no es de las más comunes. Cuando esta periodista asturiana obtuvo su primer contrato en la Universidad de Burgos como docente -fue en el año 2010- tenía ya un largo curriculum de trabajo en medios de comunicación y consultoría de políticas públicas de igualdad, labores que había compaginado con la elaboración de su tesis doctoral, dirigida por la filósofa Amelia Valcárcel, y de diferentes publicaciones, siempre en el campo del análisis feminista de los discursos de las industrias culturales. Desde entonces, la suya ha sido una auténtica maratón -tiene más de 200 publicaciones- que concluyó el pasado mes de julio con la consecución de la cátedra. Menéndez es coordinadora del grado de Comunicación Audiovisual, labor que compagina con la docencia y con la dirección de la Unidad de la Igualdad de la universidad.

«Cuando decido presentarme a una plaza soy consciente de que llego más tarde que la media. Quizás eso me ayudó a tener claro que o trabajaba muy duramente o me quedaba sin la promoción que a mí me parecía adecuada. Hay que tener en cuenta también que la universidad se ha precarizado mucho y que los puestos de trabajo más bajos, desde el punto de vista del escalafón, no están precisamente bien  pagados, así que si quieres tener un vida digna no puedes quedarte ahí. Yo venía con esa experiencia y no sé si -probablemente como consecuencia del síndrome de la impostora- necesitaba demostrarme a mí misma que podía hacer una carrera académica a pesar de haber entrado con bastantes años de retraso». 

Este 'síndrome de la impostora', que se define como la sensación que muchas mujeres tienen de que no se merecen el éxito profesional que tienen y que está relacionado con la baja autoestima que suele ser frecuente entre el sexo femenino, es uno de los obstáculos contra los que se tiene que pelear en la carrera académica. Otros son de ámbito más social: la crianza de los hijos y otras responsabilidades familiares muchas veces no les dejan despegar tanto como a los hombres, algo que ponía de manifiesto hace unos años en estas mismas páginas Julia Arcos, catedrática de Química Analítica, con un ejemplo: «Cuando hice una estancia en el extranjero siendo mis hijos pequeños mi entorno social no lo comprendió y lo pasé mal». 

Las renuncias. Prácticamente todas las mujeres que han llegado a catedráticas relatan algún tipo de renuncia o dificultad en un camino que es complejo. Isabel Menéndez también: «Desde el punto de vista de las horas de trabajo, probablemente hay muchas renuncias en el sentido de haber estado muchos años sin vacaciones ni fines de semana,  escribiendo y asistiendo a congresos, aunque yo tengo la suerte de estar en una disciplina que, a veces, une lo lúdico con lo profesional [analiza películas y series desde un punto de vista feminista]. Es verdad que durante diez años he estado trabajando 24 horas 365 días pero he de decir que lo he disfrutado, que no lo he vivido con pesar. Es lo que la escritora Remedios Zafra dice sobre el entusiasmo, que es una trampa: te gusta tanto lo que haces y eres tan consciente de ser una persona afortunada porque te pagan por hacer algo que te gusta, que no miras el horario. En definitiva, que he renunciado a cosas pero no lo he vivido como algo perdido».

Menéndez aprovecha su recientemente conseguida cátedra para poner en valor el lado académico de los estudios de Comunicación Audiovisual, que no es demasiado conocido: «La disciplina de Comunicación es joven en la universidad española y aún no está reconocida como lo están las ciencias experimentales. Es algo que le pasa a las ciencias sociales en general pero a la Comunicación en particular y aquí también hay otro síndrome de la impostora, esta vez corporativa: tienes la sensación de tener que demostrar a esa cosa que es la Academia que lo que hacemos las científicas sociales es importante, relevante y que es ciencia también».

El proceso para llegar a ser titular de una cátedra no es sencillo. Son varias metas las que hay que ir  alcanzando. En primer lugar, ha de solicitarse la acreditación en la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), entidad que determina si el aspirante tiene los suficientes méritos en gestión, investigación y docencia. Una vez conseguido el respaldo de la agencia -que no es sencillo- la persona puede presentarse a las plazas que convocan las universidades y participar en las oposiciones en las que hay que presentar el curriculum y someterse al escrutinio de un tribunal formado por catedráticos del mismo área. Este itinerario está basado en baremos objetivos, por lo que, sobre el papel existe una total igualdad, otra cosa es que las mujeres tengan el mismo margen para hacer gestión, investigación, docencia o estancias en universidades extranjeras.