El listillo de la clase

B.G.R.
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Álvaro Herrero Cosío, catedrático de la UBU y experto en Inteligencia Artificial, destaca las posibilidades de la herramienta, si bien llama a la cautela porque «no es cien por cien fiable»

Álvaro Herrero Cosío, catedrático de la UBU y experto en Inteligencia Artificial. - Foto: Valdivielso

Una especie de chat de WhatsApp en el que el usuario no sabe si su interlocutor es un ser humano o una máquina. A este ejemplo alude Álvaro Herrero Cosío, catedrático de la Universidad de Burgos y experto en Inteligencia Artificial (IA), a la hora de explicar de forma sencilla el funcionamiento del ChatGPT, un asistente de conversación que permite interactuar mediante texto y cuyo valor diferenciador pasa por «una naturalidad en la forma de expresarse y entender», considerándose un «hito» tecnológico por la «gran cantidad de conocimientos que maneja sobre materias muy distintas», presentando en algunas un «gran nivel de profundidad».

Fue en la década de los 50 del siglo pasado cuando comenzaron las pruebas en este campo para comprobar si la tecnología era lo «suficientemente inteligente para engañar a un evaluador humano». «Llevamos 70 años trabajando en este frente, aunque es cierto que las últimas mejoras son muy sustanciales», señala Herrero, incluyendo dentro de estas el conocido ChatGPT, que define como «el típico listillo que parece saber de todo aunque no diga la verdad».

Es aquí donde el catedrático hace hincapié sobre las ventajas y desventajas de una herramienta que «tiene y construye conocimiento pero que no es fiable al 100%», sin que en determinadas cuestiones «sea capaz» de responder «que no tiene ni idea de algo o que puede ser que no lo sepa con certeza». No ve demasiados beneficios en el aula, aunque sí fuera, como que el alumno acuda a esta aplicación para resolver determinadas cuestiones ante la imposibilidad de recurrir a otras fuentes.

Sí que hace referencia a un problema que considera clave; la falta de validación de las respuestas. «La cuestión es que el alumno sea capaz de discriminar y comprobar por sí mismo que la solución que le está proporcionando es la correcta, pensando también en el adulto que será el día de mañana y que tiene que saber de qué herramientas se puede fiar», sostiene, no sin admitir que también supone un «reto» para el docente en aquellas tareas «poco creativas» en las que el estudiante «puede coger un texto de aquí o de allí y componer el resultado».

Herrero defiende que, como cualquier proceso tecnológico, este chat presenta su parte positiva y su parte negativa. «Es una herramienta que puede estar a disposición del ámbito educativo pero tiene que existir una formación al respecto», señala, apuntado ya, en líneas generales, que su parte beneficiosa o no depende «de su uso y de lo tarde que vayamos en aspectos como los regulatorios». 

El profesor de la UBU advierte de que puede ser un «riesgo» en lo que a los plagios se refiere por la dificultad que presenta a la hora de detectarlo, aunque añade en este sentido que existen numerosas herramientas para localizarlo que «van mejorando porque el fraude cada vez es más refinado». En este caso, asegura que no se trata de una aplicación como tal para ese uso, a pesar de que «genera un conocimiento lo suficientemente creíble como para ser validado por científicos». Pide cautela en el empleo de lo que valora como la «democratización de la IA», alertando, eso sí, de que «no se trata de un asistente para consultar temas sobre la salud».