Balconada con salero a la Bureba

J.Á.G.
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Desde el mirador urbano de la Plaza Nueva hay unas magníficas vistas. El centro de interpretación de la sal, en las antiguas escuelas, mantiene el relato de la historia humana y geológica de Poza

Balconada con salero a la Bureba - Foto: Luis López Araico

Poza de la Sal, es el balcón de la Bureba, y una de las tres villas -junto a Oña y Frías- que conforman Raíces de Castilla, una dinámica mancomunidad turística empeñada en conseguir que visitar un pueblo con encanto sea algo más que estar y ver, sea una experiencia singular y vivencial. A esas tres Pozas -monumental, natural y salinera- se une una cuarta y es que en esta localidad nació Félix Rodríguez de la Fuente, sin duda el naturalista español más grande de todo los tiempos. Su recuerdo y memoria están muy presentes y, sus 'cielos' son un perfecto hilo conductor para ligar una cuarta visita temática.

El caserío de Poza de la Sal, los restos de su muralla y castillo roquero se vislumbra en lo alto, entre la paramera de Masa y los fértiles valles de la comarca burebana, una espectacular panorámica que se puede disfrutar sin andar mucho, desde el mismo mirador de la Plaza Nueva. Es el corazón urbano que marca los latidos más vitales de una población acogedora y hospitalaria, que prosperó y mucho durante siglos con el comercio del 'oro blanco', de esa preciada sal mineral que se extraía del diapiro, como hicieron los autrigones que poblaron la desaparecida Salionca o la romana Flavia Augusta, que se levantaron abajo, en el cerro Milagros.

Habrá que esperar a que se permitan de nuevo las visitas después de este largo impasse del coronavirus, pero Pedro Padrones, que gestiona el Centro de Interpretación de las Salinas y otros servicios turísticos, y Sergio Bravo, guía, están deseando que turistas y visitantes recorran de nuevo uno de los cascos medievales mejor conservados, palacio, castillo roquero…, pero también conozcan también su histórico salero y ese cráter diapirico, que es único de España, ni el más grande, pero sí uno de los más perfectos del mundo, palabra de geólogo.

Pasos con Historia. Rúas, laberínticas y angostas suben y se entreteje por todo el casco urbano para salvar el desnivel del macizo calizo sobre el que se asientan casonas de tres o cuatro pisos, superpuestas y solapadas, muchas de ellas, y otras, además, adosadas a la antigua muralla. De sus lienzos, los situados en el sur y norte aún son visibles. De piedra y entramado de madera, con las fachadas enlucidas de yeso, algunas conservan escudos nobiliarios. Otras las galerías y solanas, orientadas al sur y al este. Todas ellas conforman una singular trama urbana intramuros, bien distinta en su verticalidad y altura a la de villas también con encanto medieval como Covarrubias o mismamente Lerma.

No cabe duda que la quinta marquesa de Poza, Juana de Rojas y Córdoba, estuvo acertada en su sugerencia de construir hace ya cuatro siglos esa nueva plaza extramuros, conectada por la puerta de la Concepción o del Conjuradero - el balcón que la preside se invocaba a Dios para librar a Poza de los dañinos nublos- con la Plaza Vieja, que es, sin duda espectacular, especialmente por su traza y sus soportales corridos . Y cerrando el capítulo de plazas, nada mejor que acercarse a la calle de La Red y por la puerta de las Era acceder a la Plaza de la Villa, donde se levanta la casa consistorial, un edificio singular por sus arquerías, y por los soportales -algunos con basas rehundidas- de la calle del Diezmo, frente a la antigua entrada y fachada principal de la iglesia de San Cosme y San Damián.

El templo, por supuesto de obligada visita por su atractivo arquitectónico, es gótico, datado en la segunda mitad del siglo XIII y está declarado BIC. Desde el exterior se aprecia su imponente torre campanario y una portada clasicista, con dos hornacinas con los santos patronos. En su interior conserva la pila bautismal gótica y destaca el retablo mayor barroco, pero también otros dos, de estilo renacentista, además de una interesante imaginería, urnas romanas, sillería coral y un magnífico órgano. Poza, aunque tuvo numerosas ermitas, hoy conserva solo dos enteras. La de la Virgen de las Pedrajas, patrona de la villa, situada a un kilómetro, y la del santo Cristo. En el barrio de Los Corrales es visible la fachada de la de san Blas y, a unos tres kilómetros están las ruinas del monasterio de San Bernardino.

Junto a las murallas, Poza conserva parte del castillo, aislado eso sí, en los alto d el macizo rocoso. La fortaleza, que fue objeto de consolidación, era vigía del salero, pero también protegía el paso del páramo a la llanada de la Bureba. Ahora es una magnífica atalaya panorámica, con impresionantes vistas. Entre el castillo y la villa, las ruinas del palacio de los marqueses de Poza y los restos de la ermitas de San Juan y Santa Cecilia.

La sal de la vida. Callejear por el casco antiguo e intramuros de la muralla de Poza de la Sal, es sin duda una delicia, pero también es darse una vuelta por su entorno. Saliendo de la villa por la desaparecida puerta de la Fuente Vieja, se llega a unos de los espacios más singulares y que tienen que ver con el abastecimiento de agua y los ingenios hidráulicos, esenciales para extraer a base de salmueras el oro blanco pozano. Lavaderos de ropa, abrevaderos y fuentes, construidas en el siglo XVIII, pero la obra de ingeniería civil más interesante es sin duda ese primer tramo del acueducto romano, constituido por tres arcos de medio punto. Ese inicio de calzada que continua por el valle de Rusalado, el más cercano a las salero, que además de las eras, recoge peculiares construcciones como los almacenes reales de sal de el Depósito, Trascastro y la Magdalena, del que se conserva sus ruinas.

Pero antes de acercarse a las eras, pozos, cañas y otras construcciones, depósitos y almacenes, nada mejor que visitar el Centro de Interpretación de las Salinas de Poza, que se ha montado precisamente en el edificio que mando levantar Felipe II para acoger la Casa de Administración de las Reales Salinas, desde las que se controlaban también las vascas de Añana y las de Salinas del Rosío, cerca de Medina. El centro expositivo, clave para conocer aspectos geológicos, etnográficos e históricos de las salinas pozanas, tiene un atractivo contenido. Además del vídeo, se muestran minuciosas maquetas, reconstrucciones de estructuras, aperos, artilugios e ingenios -algunos utilizados aún hoy- junto a paneles informativos, infografía, fotografía… Todo ello se conjura con las interesantes explicaciones del guía para que el visitante conozca a fondo cómo, cuándo y por qué se formó ese enorme cráter diapírico -de 2,5 kilómetros- y aprisionó bajo las rocas la sal de un antiguo mar. También se facilitan por los guías todo lujo de detalles de la extracción de la salmuera, su secado y almacenaje.

El salero, hoy declarado como BIC con la categoría de sitio histórico, se dividía en varios valles y llegó a tener operativas 2.000 eras, pero hoy a penas si funcionan media docena. Lejos de las producciones de otros tiempos, los vecinos que conforman el colectivo de antiguos propietarios y miembros de la propia Asociación de Amigos de las Salinas de Poza, siguen explotando el salero. Desde junio a septiembre, siempre que no llueva y haga sol -o no haya restricciones sanitarias por el coronavirus, como ahora-, las eras pueden estar activas. Es interesante ver cómo algunos de los últimos salineros, como es el caso de Félix Fernández, que trabajó de niño en este oficio, aún mantienen la tradición. Si quieren probarla, los botes de sal, con el registro y sello de la asociación y el aval de Burgos Alimenta, se pueden comprar en el punto de información turística de la Plaza Nueva y en algunos comercios de la villa, la comarca y también de la capital burgalesa.

Puestos a seguir en el municipio pozano, nada mejor que acercarse a las dos pedanías, especialmente Castil de Lences, una pequeña población con especial encanto, que parece salida de un 'nacimiento' navideño. La iglesia de Santa María, del siglo XII, es un arquetípico ejemplo del románico burebano, con la portada y la pila bautismal como principales puntos de admiración. El monasterio de la Asunción, en cuya hospedería -hoy cerrada- se alojaron los Reyes de España don Felipe y doña Leticia antes de casarse, es de obligada visita. Destaca sobre todo el claustro gótico primitivo de la época de su fundación, el siglo XII. Lences, por su parte, exhibe una interesante y blasonada arquitectura del caserío, la portada románica de su iglesia y el puente medieval.

*Este reportaje se publicó en el suplemento Maneras de Vivir el día 30 de mayo de 2020.