La 'generación teletrabajo' que vuelve a Burgos

C.MARTÍNEZ
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La comodidad, el ahorro de tiempo y dinero, los amigos y la familia son algunas de las causas por las que los jóvenes que trabajan en remoto regresan a la ciudad

Alba y Álvaro teletrabajan para empresas de Madrid desde un despacho que han habilitado en su casa de Burgos. - Foto: Alberto Rodrigo

La relación de los jóvenes burgaleses con su ciudad resulta conflictiva. Aunque cada vez más estudiantes logran encontrar una titulación que les guste sin tener que emigrar, a la hora de buscar trabajo las oportunidades se reducen, sobre todo en sectores que tienden a desarrollarse en grandes urbes. Alba San Martín y Álvaro Vázquez  eran una pareja protagonista de una de tantas historias de «fuga de cerebros», hasta que el teletrabajo les impulsó a poner rumbo al norte hace unos meses.

Ambos realizaron sus estudios en Burgos- ella hizo turismo y él ingeniería informática- pero encontraron las prácticas y su primer empleo en Madrid. Cuando llegó la pandemia, comenzaron a trabajar en remoto. Hasta entonces habían estado atados a la capital, pero llegó un momento en que los dos se dieron cuenta de que quizás nunca volverían a una oficina. «Sabíamos que en alguna etapa de nuestra vida queríamos acabar en Burgos y pensamos:¿por qué no ahora?» recuerda Álvaro desde su nueva casa.

Según Esther Alonso, portavoz de la Confederación de Asociaciones Empresariales de Burgos (FAE), el porcentaje de empresas burgalesas que sigue teletrabajando es mínimo y residual. Es más bien una tendencia que tiene lugar en grandes ciudades y en empleos donde no es necesaria la atención al público o los empleado viven lejos de la oficina. Alba y Álvaro aseguran que en el mundo de la programación informática más del 70% de las ofertas son en remoto, o en su defecto híbridas, que solo obligan a ir un día a la semana a la oficina. 

Los motivos principales que impulsan a los jóvenes a volver a Burgos son el dinero (o la falta de este) y la comodidad de tener todo al alcance de la mano. «Todos mis amigos de la UBU que se fueron a trabajar a Madrid han vuelto» apunta Álvaro. Por un lado, los alquileres en poblaciones extensas son desorbitados para muchos salarios. A esto hay que sumar la pérdida de tiempo en los desplazamientos o la distancia respecto al hogar de origen y la familia. «Antes nos teníamos que organizar para ver a todo el mundo corriendo. A mí me daba miedo echar de menos Madrid, pero la verdad es que aquí se vive muy tranquilo» añade Alba.

Rutinas diferentes. Es innegable que trabajar en el hogar acarrea cambios significativos, aunque parecen encontrarle muchas ventajas. Alba tiene un horario estipulado, mientras que Álvaro se organiza por objetivos semanales y no tiene esta atadura. «La combinación del remoto con la flexibilidad es perfecta. A mí ahora me quitan el teletrabajo y me voy» asegura. Cuando su agenda coincide, trabajan en la misma sala pero cada uno está ocupado en su labor. «Yo me pongo los cascos con heavy metal, me centro en programar y no me entero de nada más» comenta Álvaro entre risas. 

Otros sí que echan de menos la sensación de estar en una oficina, donde hay contacto con los compañeros y «surgen conversaciones más espontáneas». Sin embargo, esta nueva realidad también crea otras formas de socialización. En la empresa de Alba organizan teambuildings, fiestas y reuniones online con frecuencia para conocer mejor a los empleados. Además, siempre se puede buscar un lugar de trabajo alternativo, como salas de coworking o centros cívicos donde estar en compañía. «A partir de septiembre igual me voy a trabajar a la oficina de mi hermana». Admite que se le hace bola estar tanto en casa, pero aun así asegura que seguiría eligiendo trabajar en remoto.