No hay verano sin libro bajo el brazo

C.MARTÍNEZ
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Las librerías burgalesas aseguran que esta temporada han aumentado las ventas, están recibiendo más turistas y notan el impulso de la demanda por el fomento de la lectura entre los jóvenes

Los clientes en vacaciones buscan evadirse con éxitos de novela negra como El caso Alaska Sanders, de Joël Dicker. - Foto: Jesús J. Matías

Es el momento del verano, de las vacaciones y por qué no, el momento para llevarse libros. La necesidad generalizada de entretenimiento durante la cuarentena agudizó el hambre de lectura. Las ventas, que habían comenzado a aumentar el año pasado, mantienen su tendencia en alza esta temporada, aunque a un ritmo más relajado. Pese a las buenas noticias para el sector, los libreros no bajan la guardia y asumen los retos de estar a la altura de las recomendaciones y de mantener enganchado al lector no habitual que empezó a leer durante la pandemia.

La gran afluencia de visitantes en el primer verano sin restricciones es una de las sorpresas gratificantes que han encontrado los trabajadores. «En julio suele haber menos movimiento, pero con el turismo se está manteniendo» comenta Lucía Alonso, de Hijos de Santiago Rodríguez. Los viajeros aprovechan estos comercios para buscar un pasatiempo, comprar libretas donde dejar por escrito sus memorias y hasta hay románticos que piden un recambio para su pluma. Pilar Canales, dueña de la librería del Espolón, admite que le pareció curioso que «en lugar de traer libros de casa, viniera gente de paso a curiosear y rebuscar en las estanterías». Estos turistas no solo demandan guías de viaje, sino que buscan lo último sobre Atapuerca y los extranjeros quieren literatura española para aprender el idioma . 

  Tampoco faltan a su cita con la lectura los burgaleses que se van de vacaciones. El libro digital no hace sombra al placer de pasar las páginas de papel. Álvaro Manso, presidente de la Asociación Provincial de Libreros y regente de Luz y Vida, asegura que los formatos de bolsillo son muy recurrentes en el verano, y «la narrativa es el género por excelencia». Los establecimientos coinciden en que los comodines de la temporada son la novela negra e histórica: El caso Alaska Sanders de Jöel Dicker, Entre los muertos de Mikel Santiago o El libro negro de las horas de Eva García Sáenz de Urturi son los preferidos por los amantes del suspense; mientras que Roma soy yo de  Santiago Posteguillo, Matar al rey de José Luis Corral y el premio Planeta Últimos días en Berlín de Paloma Sánchez-Garnica  son los escogidos para aprender sobre épocas pasadas.

Tras el agobio del curso muchos  lectores buscan evasión y libros ligeros. «Dame algo que me entretenga» piden los clientes a Pilar. Otros quieren encontrar respuestas a los problemas de la actualidad, por eso Operación Kazán, una novela sobre la guerra fría, está en boca de muchos de los que entran a la librería con determinación.

 También está aumentando el público juvenil, y se ha traducido en una mayor oferta de manga y editoriales para niños. «Esto demuestra que las políticas de fomento de la lectura están funcionando» razona Álvaro, que en los últimos meses ha visto cómo la saga de cómics Tokio Revengers se ha colado entre los éxitos de ventas. Las familias aprovechan cada vez más para salir de las librerías acompañadas de un ejemplar para cada miembro. Por otro lado, la incertidumbre por la inflación y las ganas de vacaciones han retrasado los encargos de libros de texto, según aseguran en Hijos de Santiago Rodríguez.

Los tiempos cambian pero la figura del librero cada vez funciona más. Los lectores buscan alguien que comente con ellos las últimas publicaciones, conozca sus gustos y les auxilie con cada nueva adquisición. Pilar agradece la confianza y asegura que aunque uno de sus objetivos es vender, su ayuda tiene que ser desinteresada: «lo importante es que los clientes disfruten, que adquieran cultura».