Unos okupas queman una casa e intentan atracar un bar

JUNIOR VIEIRA
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El propietario del establecimiento del bar del barrio de San Juan les sorprendió cuando trataban de tirar la puerta abajo. Llevaban dos semanas en esta zona de Miranda. Puede haber más en viviendas de Bardauri

Las llamas comenzarón en la ventana, pero se extendieron a toda la casa. - Foto: DB

Las fuertes llamaradas que salían durante la madrugada de ayer procedentes de una casa del barrio de San Juan del Monte, en Miranda, alertaron a muchos de sus vecinos. Varios okupas, que llevaban alrededor de dos semanas por la zona, habían prendido fuego a la vivienda abandonada. No contentos, y mientras los cuerpos de seguridad trataban de apaciguar las llamas, se dirigieron a un bar y a patadas intentaron atracarlo. Sin embargo, José Otero, su propietario, vivía justo arriba y al oír los fuertes golpes les pilló in fraganti. «Eran unos chavales muy jóvenes y llenos de tatuajes», explica el afectado. Ahora, los vecinos temen que se hayan desplazado al pueblo de Bardauri, situado a escasos kilómetros.

El incendio se originó poco antes de las 4 de la mañana y aún se desconocen las causas. El domicilio afectado se sitúa en la carretera de Tirgo y llevaba deshabitado muchos años. Aún así, los residentes de esta popular barriada de la ciudad conocían perfectamente la problemática. «Nosotros sabíamos que había gente dentro de ella», cuenta una de las vecinas y clienta del bar afectado. Sus vestimentas les delataban y «eran chavales que solían ir muy sucios y con gorras», describe. Para Otero lo más sorprendente se trataba de su edad, ya que «ninguno de los dos llegaba a los 25 años», afirma. 

La noche no quedó ahí. Poco después de huir del edificio calcinado, se dirigieron rápidamente hacia el bar La Sendilla con el objetivo de aprovechar la confusión y atracarlo. Al llegar, levantaron la persiana de metal, que estaba cerrada sin llave, y a golpetazos trataron de romper la puerta. Sin embargo, no contaban con que el dueño vivía justo encima y, por tanto, podía conocer todo lo que ocurría en su establecimiento solo con echar un vistazo. «Miré por la ventana y les vi. Tres patadas más y la revientan», recuerda el hostelero (...).

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