"Los políticos sin altura perjudican a los pobres"

A.G.
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El delegado diocesano de Cáritas reflexiona sobre la extrema vulnerabilidad de mucha parte de la sociedad a la que cualquier vaivén, por mínimo que sea, le deja fuera del sistema

Fernando García Cadiñanos - Foto: Luis López Araico

Al frente de una de las entidades que está sosteniendo en esta provincia la ola de pobreza sobrevenida de la pandemia del coronavirus, el delegado diocesano de Cáritas y vicario general de la diócesis, Fernando García Cadiñanos (Burgos, 1968), reflexiona en esta entrevista sobre realidades que vive muy de cerca como la extrema vulnerabilidad de muchos sectores de la sociedad a los que cualquier imprevisto les vuelve a sacar fuera del sistema, "algo que ya se ha visto en esta crisis que no ha hecho más que empezar", apuesta por la renta mínima de inserción, afirma que quienes llegan a Cáritas quieren antes que una ‘paguita’ un trabajo que les permita vivir con dignidad y espera que la ‘nueva normalidad’ "sea distinta de la anterior, que no era muy buena".

¿Cómo está abordando Cáritas el aluvión de solicitudes de ayuda que está recibiendo desde que comenzó la crisis sanitaria y socioeconómica?

Con una enorme responsabilidad con respecto al papel que jugamos en la vida de muchas personas, porque nos debemos a ellas como elemento que les puede sustentar y ayudar en sus necesidades. También, con la enorme generosidad que aportan los voluntarios, muchos de los cuales siguen ayudando desde casa, y de los trabajadores, que se han tenido que reinventar para salir al frente de esta pandemia que nos ha roto los esquemas.

En los últimos años ustedes nos contaban que las situaciones más precarias iban remontando, que había muchas personas que habían encontrado un empleo… ¿Esto supone un frenazo a esa cierta recuperación?

Hace poco presentamos el Informe Foessa y en aquel momento ya se nos hablaba de lo que en estos días, desgraciadamente, hemos visibilizado, que hay muchísima gente que vive en una integración precaria, es decir, personas a las que cualquier pequeño revés o cambio del tipo que sea en sus vidas les vuelve a llevar a la exclusión. Esto es lo que significa el 10% de personas nuevas que han venido a nuestras acogidas, que vivían ‘más o menos’ y que esto les ha llevado otra vez a la exclusión. Esta crisis ha visibilizado, además, la precariedad laboral de la que habla el mismo informe, personas que viven prácticamente al día y a las que cualquier emergencia, por pequeña que sea, las envía a las filas de cualquier entidad de servicios sociales.

Durante la crisis del 2008 desde Cáritas siempre se dijo que muchos de sus usuarios iban a ser los últimos en salir. ¿Puede que haya quien ni siquiera haya salido de aquella crisis, es decir, que la haya ‘enganchado’ con esta que se ha iniciado por el coronavirus?

Sí, esos son muchos de los que están con nosotros. También hay quienes salieron pero de una manera extraordinariamente precaria, son los primeros que vienen a Cáritas y los últimos que se van.

¿Qué sectores les preocupan más?

El de aquellas personas que van a tener enormes dificultades para encontrar empleo: por ejemplo, las que tienen 50 años y más, para quienes el mercado laboral se cierra enormemente; las empleadas de hogar… En general, la pandemia ha puesto un enorme foco sobre la sociedad que ha iluminado cosas muy negativas y cosas muy positivas y nos ha ayudado a ver cosas invisibles.

Dígame alguna positiva.

Pues la enorme solidaridad que se ha manifestado en tantos gestos vecinales y particulares, en la recuperación de los valores que posibilitan una transformación social de futuro, que entienden como importante la preocupación por el otro, que apuestan por la cercanía y por dar respuesta a la necesidad que tenemos los unos de los otros. En Cáritas, por ejemplo, en abril recibimos un 700% más de donativos que el año pasado, 170.000 euros. También hemos visto la importancia de tener una estructura y una red pública fuerte que garantice derechos en el ámbito sanitario, educativo y social sostenida con política fiscal. Hemos visibilizado que si esta estructura no existe o se debilita una pandemia va a provocar enorme sufrimiento en las personas. También se ha visto lo importante que es la presencia de un tercer sector fuerte y de muchas profesiones a las que siempre se había denostado y que han sufrido la precariedad laboral de una manera más fuerte: el comercio, el sector de los cuidados, el transporte, la agricultura…

¿Cuáles son las negativas?

La vulnerabilidad tan grande que existe en muchos sectores. Las personas sin hogar, en las que los medios pusisteis mucho el foco en los primeros días del confinamiento precisamente por eso porque no tenían donde quedarse. Otra cosa que se ha puesto de manifiesto ha sido la brecha digital, de la que yo creo que las instituciones no son del todo conscientes, o la precariedad laboral, el vivir al día y el enorme endeudamiento de muchas personas, algo que nos preocupa mucho: suministros y alquileres que ahora no se están pagando pero que son deudas a las que habrá que responder y a ver cómo.

Al final acomodaron a las personas sin techo en el seminario. ¿Por cuánto tiempo van a seguir allí?

Están en unas magníficas instalaciones cedidas por la diócesis con la aportación lógica del Ayuntamiento. En todo este tiempo han pasado unas 90 personas que están muy bien y habrá que empezar a pensar también en la desescalada, en el regreso al albergue.

¿La diócesis les va a cobrar por el uso de esas instalaciones?

Habrá que hacer cuentas sobre los suministros pero en ningún momento se ha pedido un alquiler o una compensación económica.

¿Los suministros los pagará el Ayuntamiento?

Cuando se derivó allí a las personas sin hogar tuvimos una conversación en la que indicamos que el coste que suponía tendría que tener una compensación por su parte. Hemos tenido que contratar más personal y hay unos gastos mayores por las instalaciones que estamos usando. El Ayuntamiento nos ha dicho que lo va a tener en cuenta y sabe los gastos que esto conlleva porque el albergue sigue siendo municipal.

¿Se hacen una idea ya del alcance que tendrá la nueva crisis? ¿Están preparados para hacerle frente?

Es aún un poco prematuro para percibirlo pero sí se vislumbra el enorme reto que vamos a tener que afrontar comunitariamente como sociedad, será una empresa que, como los obispos españoles han recordado, no es solo tarea del Estado como garante de los derechos sino que tiene que ser abordada desde la generosidad de toda la sociedad.

¿Consideran indispensable el ingreso mínimo vital?

Es una petición que nosotros venimos haciendo desde hace mucho tiempo, desde antes de la crisis provocada por la covid-19. Consideramos que es fundamental para garantizar el derecho a una vida digna pero, a la vez, hemos abogado por la implementación de políticas positivas de empleo, que faciliten un puesto de trabajo digno y de calidad para todos. No se puede entender una cosa sin la otra.

¿A eso se referiría la Conferencia Episcopal cuando dijo que no es un horizonte deseable para el bien común que grupos amplios de ciudadanos vivan de una manera subsidiada?

Claro, entiendo que eso se quiso decir aunque quizás no se explicó bien, que el ingreso mínimo vital no nos haga perder la vista la necesidad de que haya trabajo porque la gente lo que quiere es tener su propio empleo con un sueldo que le permita vivir porque eso es lo que le da la dignidad.

Existe un intenso debate social sobre este ingreso, al que hay quienes denominan despectivamente ‘la paguita’. ¿Usted, que conoce a muchas personas que dependen de ayudas sociales, cree que les gusta vivir de esa manera?

La inmensa mayoría de la gente cuando viene a Cáritas no lo hace buscando una ayuda económica sino un empleo del que poder vivir con dignidad, eso lo veo diariamente, no quieren estar dependiendo de un subsidio o una ayuda sino de su propio esfuerzo.

El cardenal Tagle, presidente de Cáritas Internacional ha dicho hace poco: ""Exhortamos a nuestros gobiernos para que garanticen el acceso a la atención de salud y la protección social a todos, en particular a los más vulnerables. Recemos para que nuestros líderes estén a la altura del desafío de promover la unidad y la responsabilidad compartida en todos nuestros países". ¿Cree que en España están a la altura?

Quizás se requeriría un poco más de talla de Estado, de esa sabiduría política con mayúscula que nos lleve a construir el bien común, del que nadie quede al margen porque cuando la clase política no está a la altura los más perjudicados son los pobres. Nuestros políticos, en general, están muy cegados en particularismos, muy metidos en sus propias ideologías y marcados, a veces, por el cortoplacismo en un tiempo, además, en el que se habla mucho del espíritu de la Transición, ese espíritu del consenso, de la búsqueda del bien para todos. También te digo, por otro lado, que la colaboración que en Cáritas tenemos tanto con el Ayuntamiento, la Diputación y la Junta es muy buena, cordial y exenta de cualquier tipo de problemas. El Ayuntamiento tiene una sensibilidad especial que nos lleva a un gran entendimiento.

Han denunciado también desde su entidad el sesgo de clase que está teniendo el confinamiento y que ha puesto de manifiesto las carencias que tienen muchas viviendas. ¿Esta situación ha sacado a la luz una pobreza invisible?

Sí, desde luego, la vivienda precaria es también uno de los problemas que afectan a las personas usuarias de Cáritas y que marca de una forma especial el ámbito de la exclusión. Hay mucha gente que no tiene acceso a una vivienda, que tiene acceso a una habitación con cocina o baño compartido y un confinamiento en estas circunstancias es dramático. La vivienda es uno de los grandes retos que tendremos que afrontar en los próximos tiempos.

¿Cree que habremos aprendido o que volveremos a ver, como en el 2008, gente desahuciada mientras se rescata a los bancos?

Ojalá que sí, que no se vuelvan a repetir esas imágenes y que también hayamos aprendido de estos días de confinamiento, de manera que entre todos construyamos una sociedad un poco distinta a la que teníamos. Tendría que volver a una normalidad distinta de la anterior, que igual no era buena.

Estamos todos expectantes por ver si aparece una buena medicación o una vacuna contra la covid-19. ¿Cómo se observa la ciencia en estos momentos desde el ámbito de la fe? ¿Cuál cree que debe ser su papel?

El paradigma tecnocrático del que ya nos hablaba el papa Benedicto y también Francisco lleva a las personas a poner sus esperanzas en la solución de la técnica y quizás Dios queda relegado a una parte secundaria. En el fondo hay un reto, que es saber descubrir cuál es el papel de Dios en la intervención humana, en las cosas que suceden y en saber profundizar en la experiencia genuina del hombre creyente que no entiende a Dios como un mago sino que le percibe como alguien que se hace presente en medio del dolor para motivar y dar esperanza.

¿Están rezando para que se encuentre la vacuna?

Hombre, por supuesto. Fe y razón nunca se oponen sino que se complementan. La razón trabajará en su ámbito propio, el de la técnica, y esto no quita para que la fe nos ayude a ver las realidades desde otra dimensión a la que la razón y la técnica no llegan, como que un virus tan pequeño nos haya metido a todos en casa cuando pensábamos que la ciencia lo conseguía todo.

Pero, finalmente, será la ciencia la que lo haga...

Evidentemente. La ciencia nos tiene que aportar ese elemento para tener una vida mejor pero eso no quita para que la fe nos ayude a ver la realidad desde otra perspectiva y a descubrir el sentido de la vida.