"No pude despedirme de mi padre, algo que no deseo a nadie"

G. Arce
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Manuel Juez y su esposa sufrieron a la vez -en habitaciones separadas del HUBU- la enfermedad y aún les quedan secuelas, pero el dolor que más embarga a este empresario fue la muerte de su padre y su sepelio, «injusto y sin abrazos»

"No pude despedirme de mi padre, algo que no deseo a nadie" - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Por razones inexplicables, ni la primera prueba de PCR ni la posterior serológica lograron detectar la covid ni en Manuel Juez y ni en su mujer.El caso es que, dos días después del último test, ambos estaban hospitalizados y en diferentes habitaciones del HUBU. La diarrea, los dolores de cabeza y el malestar generalizado acabaron en una neumonía bilateral con los pulmones y bronquios afectados. Fue a principios del mes de octubre y, afortunadamente, fueron diez días en cama con oxígeno pero sin intubar. «Tan fácil como que vas y vienes del trabajo como cada día y los contagios llegan a la empresa -Montajes Eléctricos Castellanos- y no se sabe por qué...». Son 10 trabajadores en plantilla, operando siempre en equipo, y solo dos personas se vieron afectadas.
Este empresario de raza, incansable representante de los instaladores eléctricos y de telecomunicaciones de Burgos como presidente de Apilet, ha perdido doce kilos en el trance, se reconoce agotado y tiene problemas para respirar cuando anda un poco deprisa. «Me duelen los huesos, las articulaciones y el levantarse de la silla del despacho tras un rato sentado es terrible y eso que han pasado cuatro meses». Todo ello no le impide reconocer el trabajo «implacable» que hacen los profesionales del HUBU, «una garantía para Burgos porque es un personal muy bien preparado».
A sus 65 años sigue al frente del negocio con el mismo dinamismo que siempre, pero todo el dolor del coronavirus se le queda pequeño con el que le provocó la muerte de su padre, Eleuterio, ocurrida justo al inicio de la pandemia, a finales del mes de marzo. «Tengo muchas dudas sobre la forma en que le despedí. No sé si esta sociedad es justa o no, la verdad. No pude ver a mi padre, estaba en la clínica en Aranda y ante la llegada de tal cantidad de pacientes por coronavirus al hospital le enviaron a la residencia y allí duró tres días...  No sé si hubo una atención precaria o si hubo covid de por medio, y no voy a poder saberlo nunca. Le enterramos en el cementerio, manteniendo una distancia de diez metros entre los presentes, no pudimos ni abrazarnos. No es justo, no podemos hacer esto con la gente mayor. Lo último que te queda cuando te vas son la familia y los amigos, pero él no tuvo esa suerte...».

Psicológicamente, reconoce, es muy dura la experiencia, «creo que se debió dejar ver a los ancianos en momentos tan difíciles. Lo que me ha ocurrido no se lo deseo a nadie...».

 

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