«El sistema asistencial fue un fracaso en el siglo XVIII»

I.L.H.
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Entre 1601 y 1815 Carmen Oveja ha contabilizado en la provincia un mínimo de 15.500 niños expósitos. Desde que se abrió el hospicio en 1767, se sabe que el 75% de los recogidos falleció

Carmen Oveja posa con el libro en el torno tapiado de uno de los últimos hospicios, el que hubo en San Agustín. - Foto: Jesús J. Matías

Ni pan debajo del brazo, ni padrinos y mucho menos que se contara su historia, que en la mayoría de los casos no tuvo final feliz. La población infantil abandonada ha sido durante años desatendida también por los historiadores. Cierto es que no es fácil ahondar en una población que por la pobreza, la marginación y el rechazo han quedado excluidos de los registros y de casi cualquier documento. Pero dado que haberlos haylos, solo había que estudiarlos. 

La profesora Carmen Oveja ha indagado en el número, las condiciones, procedencias y defunciones de los niños expósitos burgaleses en la Edad Moderna, entre el año 1601 y el final de la ocupación francesa, a principios del siglo XIX. Durante siglo y medio lo hace fijándose en las partidas de bautismo de los expósitos de los que se hacía cargo el Cabildo y, a partir de 1767, con los archivos que se conservan de la Real Casa de Hospicio y Niños Expósitos, una institución abierta en el edificio del cuartel de Infantería que había entonces en la avenida Arlanzón. Sumando unos y otros, Oveja cuantifica en un mínimo de 15.500 los niños y niñas abandonados, teniendo en cuenta los vacíos documentales.

Una de las conclusiones de su investigación es que los hospicios no sirvieron de mucho. «Fue una buena intención por parte del Estado y la Iglesia, pero la realidad es que la mayoría moría», apunta la autora del libro Una marginación mortal, que ha editado la Institución Fernán González. «El sistema asistencial fue un auténtico fracaso», añade recordando por otro lado la alta mortalidad infantil de la época. Pero mientras en las familias una cuarta parte de los niños no superaban el primer año de vida, en el hospicio fallecieron el 75% de los recogidos (más de 5.000). 

Oveja ha constatado también que «el fenómeno estaba absolutamente generalizado y asumido por la población», dado que los expósitos proceden de toda la provincia. La descripción de su ropa y el estado en el que llegaban describe la miseria y el hambre («la mayor parte de la población dependía de las cosechas y si esta se perdía, no tenían qué comer»), así como el enorme número de defunciones que se documentan en el tránsito hacia el hospicio. «Aquellos que soportaban el viaje, resistían mejor que los procedentes de la ciudad. La criba ya se había hecho por el camino», sostiene. El libro, que se presenta el mes que viene, señala una tendencia creciente en el número de niños recogidos a lo largo del siglo XVIII.