¡Qué poco dura la alegría! No hace ni cuatro meses y medio que se instaló frente al Ayuntamiento de Aranda de Duero un panel explicativo con la ruta de las murallas, un recorrido que pasea por las siete puertas que tenía la ciudad en la época medieval, y hoy dicho tablón luce, literalmente, en blanco. Vamos, que alguien lo ha arrancado o vaya usted a saber. Repito, ni cuatro meses y medio ha durado. 

Tampoco las papeleras aguantan mucho más en pie sanas y salvas. Basta con dar un paseo por el río en dirección hacia el Colegio Simón de Colonia, aunque en realidad esta estampa se repite con cualquier punto de Aranda. Por no hablar de farolas, bancos, fuentes... A la lista se suman los espejos de tráfico para la vía pública vandalizados. Llama especialmente la atención el que está situado en la calle Pedraja. Después de meses y meses con el cristal reventado, se arregló. Pero sólo unos días alguien decidió que lo mejor era llenarlo de garabatos. La reparación no duró ni cuatro días. 

¿Qué nos pasa? ¿A santo de qué tanto incivismo? ¿Por qué nos cuesta respetar lo que es de todos? No queda prácticamente un hueco sin una pintada. Vayas por donde vayas. Da igual. Todo sucio. Todo hecho un asco. Llegados a este punto, ¿qué soluciones se plantean? Aquí va la mía. Puede que sea a largo plazo y que los resultados tarden en llegar, pero creo que hay que trabajar desde la base. Es decir, que desde Educación Infantil se deje a un lado esa manía de 'memorizar y vomitar' y se potencien habilidades como la creatividad, el compromiso, el trabajo en equipo, la tolerancia, el civismo y cuidado de las zonas públicas. 

Vamos a sembrar respeto y, después, a combinarlo con arte, de manera que toda esa imaginación se plasme en acciones compartidas que embellezcan el entorno urbano. Así, se implica a los jóvenes y se favorece el respeto a la ciudad, el patrimonio y la naturaleza. ¿Nos ponemos manos a la obra? Todos podemos aportar.