Cambiar el laboratorio por el pueblo

S.F.L.
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La técnico gestor de los laboratorios del Cenieh, María Isabel Sarró, aspira a compatibilizar su profesión con la vida en Villanueva de Teba. Las nuevas tecnologías facilitarán el propósito

María Isabel Sarró es técnico gestor de los laboratorios del Cenieh. - Foto: Patricia

Mujer, bióloga, científica, trabajadora, esposa, madre, vecina de Villanueva de Teba (a ratos)… El día a día de María Isabel Sarró se asemeja al de una mortal común. Se despierta temprano, se prepara para ir a trabajar mientras sus tres hijos lo hacen para ir a estudiar y toma rumbo al Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, en el que desempeña funciones como técnico gestor de los laboratorios desde 2010. Ocho minutos a pie separan su domicilio del Cenieh, aunque ella anhela conducir los 60 kilómetros de distancia que hay desde el pueblo a Burgos capital.

El «centro logístico familiar» se ubica en la Bureba, y a pesar de la responsabilidad que le atañen sus investigaciones, Sarró confía en que «más pronto que tarde» acabará por trasladarse de continuo junto a su prole. Dos años después de su adopción masiva e improvisada ante la pandemia, el teletrabajo ha llegado para quedarse, y para la científica resulta totalmente compatible combinándolo por jornadas con la parte presencial. Realiza gestión de laboratorio pero también se encarga de una parte vinculada con el área técnica, a la vez que mantiene una pequeña actividad de investigadora con pequeños proyectos que desarrolla en el centro, o bien en casa, según cuadre. 

Llegada a este punto de su carrera sus ansias por residir los 365 del año en Villanueva se aceleran. Tanto su marido como ella (el Proyecto Atapuerca unió sus vidas en 1998) más pronto que tarde dejarán a un lado el esfuerzo y el gasto que supone coger el coche para acudir al puesto laboral para residir plenos de felicidad. «El progreso de mi trabajo en el mundo rural es perfectamente compatible y, en realidad, lo que da el pueblo no lo da la ciudad. Estar en la calle, la relación con los vecinos o pasear con mi mascota no tiene precio. Tengo la suerte de poder cumplir parte de horas de la jornada desde la casa y ello me aporta una sensación de libertad que no tengo en la capital. Esa sensación contribuye también a captar un extra de energía que queda plasmado en el empleo», manifiesta.

En los últimos años, entre todos los residentes y el equipo de gobierno han conseguido que el pequeño municipio vuelva a derrochar belleza por todos sus rincones, y a diferencia de otros de la provincia con menos de 50 habitantes, en sus calles no se aprecia ninguna edificación en ruina. También llegó una buena conexión a internet y unos buenos servicios. «Nos faltaría el colegio para el pequeño, los dos mayores van al instituto», exclama la investigadora, aunque en sus cábalas vería factible hacer la matrícula en el de Pancorbo. Pero el sueño no podría cumplirse sin la red de apoyo vecinal existente, que lamentablemente se esfuma en septiembre. «En Villanueva nos conocemos y ayudamos todos. Cuando hay niños de por medio resulta importantísimo contar con la gente por si alguno de ellos en algún momento puntual necesita cualquier cosa. En verano no hay problema, lo complicado viene con la vuelta al cole», sostiene.

Aún así, la madrileña que estudió Biología en la Universidad Complutense, llevó a cabo sus prácticas en el Museo de Ciencias Naturales (donde nació el vínculo con Atapuerca), se mudó al extranjero a continuar con su formación, regresó, trabajó en Bilbao y Vitoria, entre el nacimiento de su primer y segundo hijo se asentó en la localidad burebana para después mudarse a Cantabria, luego a Briviesca para terminar en Burgos, apuesta por volver al pueblo. Una vida y profesión cargada de idas y venidas que quiere zanjar.

Actualmente participa en un proyecto de investigación con otra campaña del Cenieh, de la Complutense, el Museo Altamira y la Academia de Ciencias de la República Dominicana del Ministerio sobre el origen y desarrollo del arte rupestre antillano. También colabora en proyectos europeos de infraestructuras dedicados a hacer ciencia del patrimonio.

Por el momento, la científica se conforma con pasar los fines de semana en su 'refugio', recogiendo nueces con su familia, disfrutando de los suyos el cien por cien y saboreando los mejores momentos.

Sabe que acabará allí ejerciendo como madre, esposa, vecina e investigadora. Eso sí, su semana en verano participando en las excavaciones de los yacimientos arqueológicos de la sierra de Atapuerca no se la quitará nadie.