La tumba del fundador de Burgos languidece ruinosa y olvidada

R.P.B.
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La Junta de Castilla y León se comprometió hace más de una década a actuar allí, pero nada se hizo finalmente por el conde Diego Porcelos pese a que los restos del monasterio de San Félix de Oca se encuentran al pie del Camino de Santiago

Los vestigios del monasterio ubicado cerca de San Félix de Oca, declarados Bien de Interés Cultural, pasan casi desapercibidos para los romeros. - Foto: Luis López Araico

Apenas queda el ábside, pero es inevitable que no llame la atención, máxime cuando ahora, a su lado, pasan a diario cientos de personas, peregrinos recorriendo elCamino de Santiago a su paso por los siempre misteriosos y legendarios Montes de Oca. Es una ruina rampante, que languidece olvidada por todos, por más que se ha prometido por activa y por pasiva su puesta en valor, y eso que tiene la categoría de Bien de Interés Cultural (BIC). Pero, aunque sea a caballo entre la realidad y la leyenda, esa ruina en apariencia humilde, apenas unas pocas piedras sostenidas al borde del Camino, es la tumba del fundador de Burgos, el conde Diego Porcelos. Hace más de una década que estos restos, que formaron parte de un monasterio en San Félix de Oca, muy cerquita de Villafranca, fueron objetivo de rehabilitación por parte de la Junta de Castilla y León. Fue un brindis al sol: nada se ha hecho desde entonces ni por consolidar esas ruinas ni por adecentarlas, siquiera para que exhiban un mejor aspecto al paso de los romeros.

Lo que queda del ábside fue construido con sillares de la época romana, y según algunas fuentes tiene un origen visigótico, que se enclava en torno al siglo VI. La leyenda, siempre tan nebulosa, señala que el fundador de Burgos escogió aquel lugar para su descanso eterno. 

No es un lugar cualquiera. San Félix de Oca aparece citado en el Cartulario de San Millán de la Cogolla (García III de Nájera agrega a San Millán este cenobio con todas sus posesiones 'donamus atque confirmamus vobis monasterium quod dicitur Sancti Felicis, qui est situm in suburbio aukense'; en dicho cartulario aparecen algunas referencias más antiguas, algunas de las cuales son todavía hoy consideradas apócrifas).

Hace un lustro que la asociación Hispania Nostra, que vela por la conservación del patrimonio de esta tierra, lo incluyó en su Lista Roja; no en vano, las ruinas del templo de San Félix de Oca son el único resto del monasterio que, según la tradición, fue engrandecido por el conde Diego Porcelos (hacia el año 863) toda vez que fue escogido por él mismo en vida como lugar de enterramiento. El monasterio aparece citado como beneficiario de diversas donaciones realizadas por particulares en documentos del siglo X. Ya en el siglo XVIII, según el padre Flórez, el antiguo monasterio se había visto reducido a ermita: «corresponde colocar el monasterio más abajo, en la misma cañada a vista de la villa actual de Villafranca, donde persevera una ermita con la advocación de San Felices, que tiene termino propio de heredades, y todo pertenece al Real Monasterio de San Millán, a quien fue anejado el de San Félix».

Lo que resta del antiguo monasterio se reduce al ábside de su iglesia, «que presenta en planta un trazado cuadrangular. Los muros presentan un gran espesor y están formados por dos paramentos de sillares de piedra arenisca, que proceden del expolio de edificios romanos, cuyo interior se rellena con un núcleo de piedra trabada con mortero. El interior de la cabecera se cubre con una monumental cúpula semiesférica sobre pechinas construida con piedra toba y se ilumina mediante ventanas en forma de saetera que se abren sobre cada uno de los paños. El arco que daba acceso al ábside desde la desaparecida nave, tiene forma de medio punto y arranca sobre impostas sobresalientes del muro que apoyaban a su vez sobre columnas, actualmente perdidas», señalan en su definición histórico-artística.

Últimos años y muerte. La última actuación que se realizó en este emplazamiento se remonta al año 1983. «El conde Diego Porcelos construyó el monasterio para sumirse en silencio de los claustros en los últimos años de su vida y para sepultura», escribió el historiador José María Codón, quien en una de sus investigaciones revela que el primer documento que habla extensamente de la fundación data del año 863, y que fue transcrito y comentado por Dandoval, Yepes y el ya citado padre Flórez. «Diego Porcelos entregó también a San Félix de Oca siete iglesias monacales de las cercanías: San Cipriano de Briviesca, Cerratón, San Cristóbal de Villasur, Úzquiza, Aguguza, Villasur y Orobio», apostilla el historiador.

Con motivo del MC aniversario de la fundación de la Cabeza de Castilla, la ermita de San Félix acogió un homenaje al conde en el que fue descubierta la lápida que aún permanece en los restos, apenas un techo abovedado, apoyado en cuatro pechinas. Sus paredes, un conglomerado en el que predomina la arenisca, si bien el arco de entrada está formado por piedra de Hontoria, al decir de los historiadores. Los sillares laterales permiten intuir que su arquitectura es anterior al románico.Son apenas ocho metros cuadrados de superficie; en cualquier caso, descansen o no allí los restos del fundador de la ciudad de Burgos, está pidiendo a gritos una actuación que evite su desmoronamiento y su desaparición definitiva. No hay que olvidar que es un hito patrimonial y artístico que está junto al Camino de Santiago, precisamente en uno de los tramos más importantes a su paso por la provincia de Burgos, tan cerca de la mítica San Juan de Ortega.