Una veinteañera e ilustrada vecina

ALMUDENA SANZ
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La María Teresa León cumple 20 años con la satisfacción de haber mantenido el espíritu de barrio y de contar con el mejor fondo de cómic de la ciudad. Su espinita clavada es la ya acuciante falta de espacio

Almudena Barriocanal, Lola Alcaraz, Amalia Trujillo e Íñigo Pérez (de i. a d.) son los guardianes de estas instalaciones inauguradas el 26 de abril de 2003. Falta Gina Correia. - Foto: Alberto Rodrigo

Pasa desapercibida, apenas se deja notar, nada resulta llamativo en su exterior, toda su belleza se encuentra en el interior. Una veinteañera muy ilustrada se acomoda en el corazón de la Barriada Inmaculada. La Biblioteca María Teresa León cumple 20 años. Y afronta esta nueva década con la ilusión de mantener la cercanía y familiaridad de una biblioteca de barrio con sus usuarios (400 diarios) y la satisfacción de contener el mayor fondo de cómic de la ciudad. El único nubarrón que se cierne sobre ella, y desde hace tiempo, es la progresiva y galopante falta de espacio ante las nuevas zonas urbanizadas. 

Enclavada en la plaza Sierra Nevada, en los bajos de unos edificios de viviendas, parece esconderse de las miradas. Hay que ir a buscarla expresamente. Ocupa 400 metros cuadrados, cuenta con unas 110 plazas y se construyó para atender la demanda de 10.000 vecinos. El alcalde Ángel Olivares la inauguró el 26 de abril de 2003, acompañado por el nieto y la nuera de la escritora que la da nombre. Aquel día se repartieron ejemplares con sus cuentos Rosa-Fría, patinadora de la luna y La tortuga 427. Ni regalos ni fiesta habrá en su 20 cumpleaños. No hay presupuesto. 

Los bibliotecarios Amalia Trujillo, Almudena Barriocanal, Lola Alcaraz, Gina Correia e Íñigo Pérez son actualmente los guardianes de su memoria. Cada uno escribe su propia historia entre sus paredes. 

Ubicada en unos bajos de la Barriada Inmaculada, la belleza está en su interior. Ubicada en unos bajos de la Barriada Inmaculada, la belleza está en su interior. - Foto: Alberto Rodrigo

Barriocanal, que se ríe entre divertida y sorprendida al comprobar que ya han pasado 16 años desde que entró por primera vez por esa puerta, y Alcaraz, que empezó hace ocho, hacen hincapié en ese carácter de biblioteca de barrio. «Es muy pequeñita y familiar, es muy bonito porque el trato es directo y cercano. En una grande, puedes tardar en ver a un usuario semanas porque pasas de la sala infantil a la de audio. Aquí siempre estás en el mismo sitio, que es el único donde atendemos», cuenta la primera sentada en una pequeña silla de la sala infantil. Un espacio rebosante de libros, como todos en ese lugar. «Te sabes los nombres de los usuarios. Sabes qué lee y qué le gusta a cada uno y viene mucha gente mayor a contarte sus cosas y a que les ayudes con cualquier trámite», ilustra la segunda, que por amor, y con mucho gusto, cambió la cálida Cartagena por el frío Burgos. 

Los peros los pone Trujillo, la veterana. Hace 18 años que entró y considera urgente la construcción de una nueva. «Era una biblioteca de barrio y ahora es de barrios, en plural. Se ha quedado pequeña. Ya no cabe nada, ni libros ni público, y también es la que menos personal tiene. Si se hiciera una nueva, estaría fenomenal. Un sitio más grande solucionaría todos los problemas: habría más espacio, más personal y se podrían hacer más actividades», lanza y guarda clavada la promesa «de una gran biblioteca» que hizo un alcalde de cuyo nombre no quiere acordarse. Y es que en los albores de esos años dos mil, las traseras ahora conquistadas por altos inmuebles eran grandes descampados donde pastaban las ovejas. 

Porque pese a que Gardel se empeñe en cantar que veinte años no son nada, en realidad lo son, y muchos. «Al final, la biblioteca es el latir de la sociedad», defiende Barriocanal antes de enumerar todos los cambios. 

El centro cuenta con 400 metros cuadrados, unas 110 plazas y 36.500 documentos.El centro cuenta con 400 metros cuadrados, unas 110 plazas y 36.500 documentos. - Foto: Alberto Rodrigo

Se ha desplomado la afluencia a los ordenadores, cuando en los primeros años de apertura se peleaban por ellos obligando a reservar con una semana de antelación; el préstamo de vídeos está en mínimos por el desarrollo de las plataformas, y casi ha desaparecido el visionado en el propio centro, antaño muy demandado por la población migrante, que aprendía el idioma con las películas; se han pasado de los 7.000 documentos del año 2004 a los 36.500 actuales... Se mantiene la demanda de la prensa, aunque su audiencia se reduce a personas mayores, y también del libro en papel, para sorpresa de los bibliotecarios, que creyeron a quienes vaticinaron su final. 

Curiosamente, la pandemia jugó a su favor. Íñigo Pérez, el último en llegar, en 2020, que reparte su jornada laboral entre esta y la Gonzalo de Berceo, igual que Barriocanal, marca en este periodo un momento fundamental en la relación de ellos con la biblioteca. «Ese tiempo nos permitió conocer la colección y hacer recomendaciones muy directas al usuario», anota con la imagen grabada de estanterías vacías, como en los súper. «El préstamo fue brutal», expresa y añade Alcaraz: «Fue un antes y un después, aún hay gente que está volviendo a la normalidad».

La propia biblioteca lo está haciendo, con la progresiva vuelta de sus actividades: los encuentros del club de lectura, el taller de ajedrez de los viernes, los esporádicos recitales de poesía, las visitas de los escolares, las mañanas con los miembros de Aspanias... A sus veinte, a esta ilustre vecina le queda mucha historia por escribir.