«Busco llegar al fondo de mi alma»

R. PÉREZ BARREDO
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Amelia García Escoda, que irrumpió hace un año en el panorama artístico con gran éxito, no deja de acumular proyectos. La pintora nos abre su corazón y su estudio en Olmos de Atapuerca

Amelia García Escoda pinta con pinces, con paleta, con el corazón y con las manos. - Foto: Alberto Rodrigo

Una ola rompe violentamente, penetrando con su espuma en lo más profundo. Puede escucharse el rugido del instante, su fuerza descomunal y desbocada, la naturaleza expresándose con toda su pureza.Salvaje y libre. Es un éxtasis contemplar tanta belleza, dominada por la luz y por unos azules tan intensos que casi dañan la mirada. La sugestión es tan grande que se diría que huele a salitre; y que, no muy lejos, sobrevuelan las gaviotas. Pero estamos en el estudio de una artista en la meseta castellana. Junto a la Sierra de Atapuerca, en el pueblo de Olmos. Es cierto que una vez, allí, hace millones de años, estuvo el mar. Como lo está también en el interior de Amelia García Escoda; está en su memoria, está en sus recuerdos de infancia. Y está esa mar tan aprehendida en su alma, que esos fondos marinos con los que ha seducido a los amantes del arte son la representación íntima de su espíritu y de su corazón, de sus sentimientos, de su manera de estar en el mundo, de su ser. Amelia es lo que pinta. Y está feliz.

Y los cuadros que iluminan su estudio confirman ese estado de ánimo.Un estado de gracia en toda regla. Son obras que hablan de una artista superdotada, que se encuentra en la cresta de la ola (no puede ser de otra manera teniendo dentro el mar) por más que aún tenga tanto que decir, que pintar. La tempestad y la calma. La intensidad y la quietud. La vida interior es la que fluye en la obra de esta artista extraordinaria. Es un don el que tiene Amelia. Y lo está dando rienda suelta con una entrega ciega, con un apasionamiento que no entiende de horarios, que no tiene límites ni horizontes: va acumulando proyectos y más proyectos esta pintora tímida y sensible que prefiere expresarse frente a un lienzo en blanco más que de ninguna otra manera.Ese es su lenguaje y no otro. La pintura y la belleza. 

«Lo que más me gusta es tener un proyecto pictórico, que el mercado no interfiera en la investigación», dice Amelia recorriendo con su mirada el estudio que es su guarida, su refugio, su espacio vital. Está lleno de cuadros de grandes dimensiones, de intensísimos azules, preñados de una luz tan verdadera que rivaliza con la que entra por los ventanales. «Los seres humanos expresamos la intensidad de lo que sentimos y vivimos de muchas maneras: con la ira, por ejemplo, pero también con la emoción, con la creatividad.Si los seres humanos fuéramos capaces de transformar todo eso que sentimos, incluso lo negativo, en clave creativa, crearíamos un planeta impresionante. Expreso la intensidad emocional a través de la naturaleza.Es una introspección.Pintar siempre fue mi sueño. Busco llegar al fondo de mi alma».

Son los cuadros de Amelia el paisaje interior de su alma. En el arte no se puede mentir.Tan sólo emociona y conecta lo que es verdadero. Amelia trabaja con pinceles, con paleta, con las manos y con el corazón. Se diría que, cuando se halla en el trance de componer uno de sus lienzos marinos, se introduce dentro, se cala hasta los huesos, chapotea en el agua, bucea por el fondo, sirena en las aguas de su alma. «Soy una artista muy conceptual. Si tú ves eso -señala Amelia un cuadro- no es un fondo marino, es la fábula de Ariadna: si tomas un hilo de luz y tiras de la hebra puedes llegar a la verdad. Cuando llegas a esa verdad no te lo guardas por comodidad, tienes un compromiso». Nace ese torrente creativo de un mundo interior riquísimo que ha estado latente siempre.Y que ahora ha eclosionado. La pintura para Amelia es la vez un exorcismo liberador de dolores y heridas, y una bendición, pura terapia sanadora. «Me estoy curando con la pintura. Cuanto pinto cada vez es más alegre. Estoy muy feliz».

«Un recorrido infinito». Su galerista, María Porto, se reconoce enamorada de la obra de Amelia. Con una trayectoria de más de tres décadas -fue durante años la directora en Madrid de Marlborough, considerada una de las galerías de arte más importantes del mundo-, su instinto saltó como un resorte cuando vio por vez primera los cuadros de Amelia. Se quedó deslumbrada. Contactó con ella. Y Porto se presentó un día en Olmos de Atapuerca. Fue un flechazo: desde hace poco más de un año es su galerista, su gran impulsora, la persona que le ha abierto las puertas de un mundo tan vasto como complejo. Y se han hecho amigas.

«Me interpretó desde el principio. Entendió lo que quería decir con mi pintura. Tu obra la puedes explicar de muchas maneras. Sentí que ponía voz a lo que yo hacía, como si fuera mi propia voz», subraya Amelia mientras María, que es un torbellino de pasión y entusiasmo, sonríe. La primera exposición de la pintora en la Galería María Porto, ubicada en La Castellana de Madrid, fue un éxito sin precedentes.

«Vendimos antes de inaugurar, lo cual no es muy habitual». No quedó un solo cuadro por venderse, y fue una catapulta para la obra de Amelia, que desde entonces no ha hecho más que vender a coleccionistas y que ahora está trabajando en otra exposición para este mes de junio en el espacio de Porto; y otra más, en septiembre, para la Galería David Bardía, en el barrio de Salamanca de la capital. Y ya están madurando la realización de una institucional, más un proyecto relacionado con corales.

«Amelia tiene un potencial enorme.Su obra aún está creciendo, pero ya es algo... Es difícil explicarlo con palabras. Es una artista. Tiene lo que tiene un artista de verdad, más allá de la técnica, del dominio de los materiales. Es un don, algo especial. Paso muchas horas mirando su obra. Me da paz contemplarla. Definir el arte es muy complicado, imposible. Para mí hay arte y hay artista cuando me paro delante de una obra y me siento pequeñita. Y eso me pasa con la obra de Amelia. Y a más gente, como está demostrando. Cuelgas una de sus obras y enseguida conecta con quien la observa», confiesa la galerista.

Amelia tiene más de 18.000 seguidores en Instagram.Y hasta la gran cantante Eva Amaral ha alabado con admiración su obra. La artista no deja de sorprenderse de cuanto le está sucediendo, como si viviera en un sueño. «Todavía me parece increíble».

Afirma María Porto, además, que el momento de creación en el que se encuentra la pintora afincada en Burgos es impresionante. «Y tiene un recorrido infinito. Es una artista muy grande. Soy su galerista, su valedora, pero estoy dispuesto a trabajar con todos los galeristas del mundo: quiero llevarla a Estados Unidos, por ejemplo; que crezcamos juntas». Amelia ha encontrado en María una confianza y una seguridad que le ha permitido romper toda barrera, soltarse, lanzarse, saltar sin dudas, sin temores. La química entre ellas se percibe con la misma intensidad que los azules cuadros por los que se cuela la brisa en la mañana de Olmos de Atapuerca. Si se hiciera el silencio en el estudio de Amelia García se escucharía el rumor del mar.